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Tapa de La Infancia desarraigada en tierras hispanohablantes (Marie-Élisa Franceschini-Toussaint i Sylvie Hanicot-Bourdier, dirs, 2024) Show/hide cover

Siguiendo la huella de Pedro Pan

Érase una vez una isla cuyo destino fue trastornado por el huracán de la Historia. Al entrar los Barbudos en La Habana, cundió el pánico en ciertas familias que temían que la isla se convirtiera en una tierra roja. Atemorizadas, las madres –como nuevas Campanitas que esparcen el polvo de hadas para que los niños puedan volar– expulsaron a su progenitura por los aires, muy lejos, más allá de las olas asesinas que arremetían contra la isla. Los niños abandonados aterrizaron en un territorio desconocido, perdiendo, sin saberlo, su alma en las aguas turbias del océano; un país imaginario que ahora se volvía real y cada vez más oscuro1. Desde aquel entonces, el alma de estos niños se ve condenada a vagar en «los limbos»2 –este territorio indefinido entre La Habana, Miami y San Juan– en pos de su identidad y del «hogar» original del que fueron arrancados.

Este es el cuento narrado por la obra gráfica La Isla de nunca jamás, expuesta en el Museo del Arte de Puerto Rico: es la historia vivida por miles de niños cubanos3 entre el 26 de diciembre de 1960 y el 22 de octubre de 1962. La artista, Rosa Irigoyen fue una de ellos. En este corto lapso de tiempo se produce uno de los mayores desplazamientos de niños de la historia contemporánea4: 14 048 menores emigran a Estados Unidos, enviados allá por la voluntad de sus padres –pero sin ellos– para escapar a la «barbarie comunista» que estaba invadiendo Cuba, en un contexto en que la vida de estos niños no corre peligro.

Lo que nos interesó en este episodio traumático fue el trabajo memorial que nos llevó de la deconstrucción de la memoria histórica a la reconstrucción de una memoria colectiva mediante la expresión artística del trauma. La voz de las principales víctimas –los niños– no se escuchó durante décadas, aplastada por otras voces adultas –familiares, institucionales, extranjeras. Sin embargo, a pesar de haber sido desposeídos de su propia historia5, conservaron «huellas» de todo lo perdido; huellas inscritas en el cuerpo que les permitieron reconectarse con el tiempo de los orígenes y con el espacio primitivo de la isla del que fueron brutalmente expulsados.

Son estas «huellas» –en el sentido que les da Edouard Glissant–, diseminadas en el arte, las que nos proponemos explorar en este trabajo.

«El olvido que seremos»6 o la memoria sepultada: otras voces cuentan la historia de los niños perdidos

Una Operación de «salvación» digna de un programa humanitario para los que idearon y ejecutaron el plan

Durante décadas, la memoria de este episodio será construida por los que idearon y ejecutaron este plan que consistía en sacar a miles de niños cubanos, sin sus padres, para evitarles el adoctrinamiento comunista y permitir a los padres incorporarse al movimiento contrarrevolucionario. El primer acercamiento a esta historia traumática se hizo entonces mediante la palabra de otros: actores individuales, actores institucionales, actores secretos, espectadores de los hechos, o sea una multitud de protagonistas implicados en esta Operación que son tantas voces y puntos de vista diferentes que han contribuido a forjar una memoria histórica de este episodio.

Mientras los niños se veían desposeídos de su historia, se fue construyendo la memoria oficial de una operación de «salvación», digna de un programa humanitario.

Esta visión de los acontecimientos fue difundida por las cabezas de la Operación: James Baker –entonces director de la Ruston Academy de La Habana– y el Padre Bryan O. Walsh que dirigía el Catholic Welfare Bureau. James Baker se ponía en contacto con las familias en Cuba, apuntaba a los niños en las listas y se encargaba de las visas cuando el Padre Walsh organizaba la acogida de los niños cubanos en el suelo norteamericano. James Baker fue ayudado por una maestra británica en la Academia, Penny Powers que, como él, ya tenía experiencia en este tipo de traslado de niños: ella había ayudado a sacar niños judíos durante la Segunda Guerra Mundial mientras él lo había hecho con niños húngaros en 1956. En el terreno cubano, los respaldaron «Mongo» Grau San Martín y su hermana «Polita»7, sobrinos del ex-presidente cubano: se encargaron de gestionar la salida de los niños desde Cuba cuando James Baker se exilió a Estados Unidos tras el cierre impuesto a la Academia en 1961.

Mongo, Polita y Penny Powers fueron detenidos en 1965 y condenados a varios años de cárcel por espionaje y vínculos con la CIA.

Desde luego, este plan no hubiera podido concretarse sin un apoyo financiero. A mediados de diciembre de 1960, cuando James Baker viajó a Miami para encontrar al Padre Walsh, se entrevistó también con hombres de negocios cubanos del exilio que aceptaron participar en la financiación de semejante operación. Estas donaciones de empresas privadas permitieron la acogida material de los niños al aterrizar a Estados Unidos. El propio Departamento de Estado financió, a partir del primero de marzo de 1961, «el Programa de Niños Refugiados Cubanos Sin Acompañantes»: un programa oficial creado por el Catholic Welfare Bureau en diciembre de 1960 y dirigido por el Padre Walsh. Nunca antes el gobierno estadounidense había provisto fondos para la acogida de niños refugiados en su territorio. Entre los fondos federales otorgados por la administración Eisenhower y las ayudas privadas, el problema de la financiación de la Operación se veía resuelto: tras el lanzamiento del programa oficial estadounidense, se inició un éxodo masivo de niños cubanos.

Los actores «sin voz»: un silencio voluntario

Al lado de estos actores oficiales que defendieron y siguen defendiendo a gritos la memoria de un «puente humanitario», encontramos a otras voces oficiales más silenciosas, que no se expresaron mucho sobre el tema. Cabe destacar así el silencio voluntario de la CIA y de sus agentes. De hecho, la Operación fue denunciada como «un caso de guerra psicológica planificada por la CIA contra Cuba»8 dentro de un proyecto mucho más amplio de desestabilización del nuevo Estado cubano9. El objetivo era destruir la familia para destruir la nación. La CIA propagó falsas noticias y falsos documentos en la isla con la esperanza de fomentar un movimiento contrarrevolucionario. La «mentira original» fue una noticia difundida por Radio Swan –una radio comercial que sirvió de tapa a la CIA e instalada en territorio hondureño10: alertó a los padres cubanos de niños entre cinco y 18 años sobre una supuesta ley que el gobierno revolucionario iba a adoptar y que los privaría de la patria potestad11. El gobierno se llevaría a sus hijos, los privaría de su patria y los enviaría a la Unión Soviética para educarlos según los principios comunistas para que fueran convertidos, en el mejor de los casos, en soldados, o, en el peor de los casos, en carne enlatada12. Los rumores sobre esta falsa ley corrieron más rápido que el viento por La Habana: así, cundió el pánico en las familias más conservadoras. Los documentos relativos a esta Operación no fueron desclasificados por la CIA hasta hoy con el pretexto de la seguridad nacional.

Otro actor permaneció callado sobre este episodio y fue el gobierno revolucionario. Fidel Castro conocía «aquel rumor famoso de que les iban a quitar la patria potestad a los padres»ya que lo mencionó en su discurso a los estudiantes del 27 de marzo de 196113. Sin embargo, no intentó nada para detener el flujo cada vez más importante de niños que salían del país.

Salvar las almas, salvar la familia en un contexto de trastornos sociales: la red de «la gente de confianza»

Por fin, el éxodo de estos niños pudo llevarse a cabo gracias a varias redes entre las cuales debemos subrayar la Iglesia católica, en cuyos representantes –monjas, sacerdotes, frailes– confiaban las familias. Su discurso, que alimentó los miedos más difusos frente al nuevo gobierno, era palabra santa. Los llamamientos operados por la CIA a través de Radio Swan se apoyaban abiertamente en la relación de confianza absoluta que existe entre el clero y los parroquianos: «¡Atención cubana! Ve a la iglesia y sigue las instrucciones del clero»14. Y así lo hicieron las familias cubanas, católicas en su mayoría, de la clase media alta15. Sin embargo, fueron los padres los que decidieron, al fin y al cabo voluntariamente, individualmente, según su conciencia, separarse de sus hijos, abandonándolos a un destino desconocido16. Ahí reside, sin duda, el mayor enigma de este trágico episodio: frente a la posibilidad de verse separados de sus hijos, prefirieron la certeza de separarse realmente de ellos, perdiendo así lo que precisamente creían defender: sus derechos como padres.

El contexto puede explicar, en parte, esta decisión precipitada y alimentada por miedos oscuros. La llegada al poder de Fidel Castro reactivó temores antiguos: muchos cubanos tenían entre sus parientes españoles exiliados que presenciaron la huida de miles de niños vascos durante la guerra civil española, de los cuales unos 4 000 fueron evacuados hacia la Unión Soviética17.

Sobre este trasfondo traumático, se plasma una redefinición de la familia. Con la Revolución, se impuso un nuevo orden social. La mujer, en primera instancia, se veía asignar un nuevo papel en la sociedad cubana: plenamente emancipada del papel tradicional de ama de casa que solía ocupar en la familia, asumía, de ahora en adelante, un papel clave en las labores revolucionarias, desde la alfabetización hasta la lucha armada. Mujeres emblemáticas y mediatizadas por la Revolución como Vilma Espín, presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas, o Haydée Santamaría, guerrillera de primera hora, hicieron visible este nuevo papel. Eslóganes revolucionarios, como «Cada estudiante un maestro», asustaban a ciertas familias que no imaginaban dejar a sus jóvenes hijas irse solas al campo a alfabetizar. Esta nueva visión de la familia cubana preocupaba a estas familias apegadas a un reparto más tradicional de los papeles entre los hombres, las mujeres y los jóvenes. Estos iban a recibir una atención especial por parte de la Revolución, ya que debían permitir la regeneración de la sociedad cubana; ellos debían ser los Hombres Nuevos creados por la Revolución. Las reformas de la enseñanza y del sistema educativo perseguían esta meta: formar los jóvenes espíritus a las nuevas ideas. Nuevas organizaciones como la Unión de Pioneros Rebeldes –creada el 4 de abril de 1961 para los niños de siete a 13 años– o las Juventudes Rebeldes –para los jóvenes de 14 a 25 años– sustituían en el terreno a la tradicional organización de los boy-scout. La Revolución parecía inmiscuirse cada vez más en la intimidad de las familias, con el propósito de remodelarlas, lo cual era muy mal visto por las franjas más conservadoras y católicas de las clases medias y altas cubanas. Una serie de medidas concretas suscitaron la preocupación de estos sectores sociales, más reacios al cambio. Mientras se iniciaron rápidamente la nacionalización de las empresas norteamericanas, las expropiaciones y las confiscaciones de bienes, el año 1961 fue declarado «Año de la Educación». El objetivo fijado era ambicioso: erradicar el analfabetismo de la isla en un año. Para alcanzarlo, Fidel Castro creó, en el mes de enero, un «ejército» de 100 000 alfabetizadores compuesto por jóvenes de 13 años en adelante. Ordenó el cierre de los colegios, públicos como privados, durante ocho meses y medio –del sexto grado hasta le enseñanza superior– para que este «Ejército de Educación» pudiera ser organizado para recorrer la isla y enseñarles a leer y escribir a todos los que lo necesitaban18. Semejante empresa suponía una separación efectiva –aunque voluntaria– entre padres e hijos. La creación de «fincas para el pueblo» en el campo, en este mismo año, alimentó el recelo de ciertos padres, ya que se podía mandar ahí a los niños de más de diez años para que aprendieran los métodos agrícolas.

La nacionalización de las escuelas privadas el 7 de junio de 1961, la expulsión de los sacerdotes-maestros extranjeros del país, así como el estrechamiento de los lazos entre Cuba y los países del bloque socialista19 acabaron de convencer a ciertos padres de sacar, cuanto antes, a sus hijos del «infierno comunista» en que se estaba convirtiendo la isla: salvar las almas para salvar la familia.

Si a estas medidas añadimos su tratamiento orientado por los medios de comunicación, tanto en Cuba como en Estados Unidos –lo que desembocó en una guerra de desinformación y de propaganda sin precedentes–, obtenemos un cóctel explosivo capaz de engendrar los miedos más irracionales. Así se alimentaban los miedos difusos de parte de la población, a imagen y semejanza de la madre de Carlos Eire que expresó tempranamente sus «presentimientos»: en sus pesadillas veía a sus dos hijos

presos en un campo de concentración para menores en el interior de la Isla, cumpliendo una sentencia de cadena perpetua que [les] obligaría a cortar caña de azúcar por el resto de [sus] vidas. O aún peor, presentimientos de que [los] mandarían a Rusia, a Alemania del Este o Checoslovaquia, o que [los] harían desaparecer por algún otro país de donde nunca más regresaría[n]20.

Tanto los padres como los demás actores que contribuyeron a sacar a estos niños de Cuba siguieron transmitiendo su versión de la historia de la Operación: una visión orientada, que justificaba, a posteriori, su versión de los hechos. Así se sepultó la memoria de los niños, inaudible al ser aplastada por estas voces múltiples que pretendían así justificar sus acciones, su implicación en los hechos y sus decisiones. Con el paso del tiempo se afianzó esta memoria institucional hasta alcanzar la dimensión de un «mito» en la comunidad cubana de Florida. Los guardianes de la memoria histórica buscaron dar a esta Operación el aura de lo maravilloso: la Historia siguió contándose como si fuera un cuento de hadas.

Reescrituras de la historia/Historia: la memoria distorsionada

Del cuento de los orígenes a una siniestra revisión del cuento de James Matthew Barrie

En los orígenes de esta Operación, hallamos un cuento que les fue contado a los padres cubanos que tomaron la trágica decisión de separarse de sus hijos mandándolos a los Estados Unidos: los hijos que se marchaban en buenas manos –sacerdotes y monjas acompañantes– irían a parar a los mejores colegios norteamericanos de Miami. Según este cuento, la separación duraría poco –ya que la Revolución sería pronto derrocada, con la ayuda norteamericana– y los niños podrían reunirse rápidamente en Cuba con sus padres. Nunca se les habló de campamentos de refugiados, de orfanatos o de familias de acogida. En la realidad, los niños fueron acogidos en campamentos de Miami –Matecumbe, Kendall, Florida City y Opa-locka–, antes de ser diseminados por todos los Estados, hasta Alaska. Muchos tardaron varios años en volver a ver a su familia o no volvieron a verla jamás. Algunos fueron víctimas de los adultos que supuestamente debían ocuparse de ellos. La mayoría de estos niños nunca regresó a Cuba. Como en el cuento del flautista de Hamelín, los padres se dejaron embaucar como por encanto.

Igualmente, es un cuento maravilloso el que dio lugar al nombre –en apariencia encantador– de esta siniestra Operación. Había algo «maravilloso», increíble, en la desaparición de tantos niños cubanos que parecían haberse desvanecido como por arte de magia como lo subraya Carlos Eire al recordar cómo, de repente, empezó a vaciarse el patio de recreo de su colegio:

a las dos o tres semanas, la niña desapareció. Se fue para siempre, igual que los otros. Uno por uno fueron desapareciendo. Esto ocurrió a principios de 1961. Marzo, para ser más exactos. La mitad de mis compañeros de aula ya habían desaparecido sin despedirse. Un día estaban ahí y al otro ya se habían ido21.

En la jerga de esta Operación secreta orquestada por la CIA, la Florida hubiera sido llamada «la Tierra del Nunca Jamás» y por ello, los niños fueron conocidos como los Pedro Panes. La referencia a esta «Operación Pedro Pan» se encuentra por primera vez formulada en un artículo del 9 de marzo de 1962. Gene Miller, entonces reportero del Miami Herald, bautizó estas salidas clandestinas «Operación Pedro Pan», inspirándose en el niño que volaba y no tenía padres, de la novela de James Matthew Barrie22. Al utilizar esta expresión, Gene Miller recurrió a una técnica periodística que permite adornar los hechos y darles una dimensión más «poética» o «maravillosa»23. No hubiera sido tan enganchador llamar a estos niños a lo que corresponden en realidad en la novela de James Matthew Barrie: los niños perdidos. Estos son los niños que «se caen de sus cochecitos cuando la niñera mira para otro lado»24 ; y si nadie los reclama en un plazo de siete días, Pedro Pan se los lleva al País Imaginario –o sea la Isla de Nunca Jamás– convirtiéndose allá en su capitán. Se plasma en esta Operación secreta una referencia literaria, algo feérica que le confiere un aura maravillosa a una realidad incalificable: el rapto de miles de niños; un rapto organizado y planificado a gran escala. Como en el cuento de James Matthew Barrie, los niños fueron llevados –en vuelo– al país de Nunca Jamás: este territorio inexistente, entre Cuba y los Estados Unidos, atrapados para siempre en un intermedio permanente. El vuelo los convirtió para siempre en eternos desplazados, condenados a vivir en un territorio indefinido semejante a los limbos según el testimonio de Rosa Irigoyen. Cabe subrayar la ironía trágica en designar a estos niños que fueron arrancados al mundo de la infancia con el nombre del niño que, precisamente, no quería crecer. Y si queremos llevar a cabo el paralelo con la obra de James Matthew Barrie, el gobierno norteamericano sería aquí el verdadero Pedro Pan, esta figura ambigua que atrae –no sin fuerza– a los niños, prometiéndoles llegar a un lugar fuera del tiempo en el que no crecerán nunca; la misma figura que fomenta la oposición de los niños hacia sus padres; esta figura también «olvidadiza» de los hechos y de los niños a los que se llevó25. Al adoptar esta perspectiva diferente, los niños cubanos entonces no serían sino los niños perdidos: estos niños abandonados por sus padres –que no los reclamaron– y llevados a la Isla de Nunca Jamás donde perdieron sus raíces.

La recuperación política de este cuento primitivo: de la guerra psicológica a la guerra memorial

Este cuento primitivo fue rápidamente recuperado por los políticos norteamericanos que convirtieron, a lo largo de las décadas, esta guerra psicológica en una guerra memorial. Al Padre Walsh le gustaba contar este cuento de los orígenes que le daba a la Operación la dimensión de un mito: un niño cubano llamado Pedro Menéndez, de 15 años, vino a verlo a mediados de noviembre de 1960 porque buscaba ayuda; estaba solo en Miami, sin techo. Al encontrarse con este adolescente, el Padre Walsh se hubiera dado cuenta de que había centenares de menores solos como este entre los refugiados cubanos. Su toma de conciencia de que había que hacer algo le vendría de este encuentro fundamental26. Con el paso del tiempo, asistimos a la edificación de una memoria gloriosa acerca de este episodio histórico cuya primera piedra es el relato del Padre Walsh. Así, la memoria que se construye de los acontecimientos es una memoria política e institucional, que no se puede cuestionar en el País de Nunca Jamás, o sea EEUU. A la manera de Pedro Pan que se lleva a la hija de Wendy al País Imaginario para que esta le cuente historias sobre sí mismo y sus hazañas que escucha con pasión27, el gobierno norteamericano no deja de contar(se) el mismo cuento.

La recuperación política de la historia por la comunidad cubana exiliada en Miami fue muy temprana. Un documental, The Lost Apple28, fue producido en 1962 y rodado en los campamentos de Florida city para ser mostrado a los niños que llegaban a Miami. Esta herramienta propagandística apuntaba ya, de forma explícita, a Fidel Castro como el único responsable de que los padres no pudieran reunirse con sus hijos. Los niños perdidos aparecen aquí como los auténticos futuros hombres nuevos que construirán la Cuba de mañana, «bajo el cielo acogedor de Estados Unidos».

Esta recuperación política se hizo más insistente todavía cuando los niños convertidos en adultos tomaron conciencia de ser «una generación» Pedro Pan y no sólo casos aislados de una tragedia familiar. Fue precisamente en los años 1990 cuando surgió el Pedro Pan Group29, organización estadounidense depositaria de la memoria oficial. Esta asociación no dejó de reforzar las celebraciones y conmemoraciones a partir de esta década, como para asegurarse de que los niños devenidos adultos no dieran otra versión de la historia: por fin, se les dio la palabra, pero sólo para alabar las hazañas del gobierno norteamericano al sacarlos del infierno en que se había convertido la Cuba comunista.

Coincidió entonces que desde Miami empezaron a celebrar la fecha y lo hicieron contando una historia inverosímil y tergiversada. Una celebración demasiado apologética, premiando el sacrificio de los padres, el éxito de los niños que crecieron allá, etc. Parecía que estuviesen narrando una novela rosa y eso me molestó. Era un cuento de hadas fundamentalista, entrevistaban a todos los que habían sido exitosos, socialmente hablando, y no se hablaba de la dura huella que dejó en ellos haberse separado brutalmente de sus padres30.

Estas conmemoraciones, que empezaron a celebrarse en la comunidad exiliada de Miami en los años 1990, siguen destacando hoy los destinos exitosos de los más famosos Pedro Panes como el ex-senador de los EEUU por Florida, Mel Martínez, el ex-alcalde de Miami, Tomás Pedro Regalado, Mike Bezos, padre adoptivo de Jeff Bezos –fundador de Amazon– o el cantante de salsa Willy Chirino. Este último, por ejemplo, siempre ha reivindicado su pasado de niño Pedro Pan y atribuye sus logros y su éxito al sacrificio de sus padres.

Entre las principales celebraciones, encontramos la del 50 aniversario de la Operación que dio lugar a varias placas conmemorativas en los barrios de los antiguos campamentos donde fueron albergados los niños cubanos: estas placas ponen de relieve la gran contribución de estos niños a la nación estadounidense, recordando que los «muchos niños de la Operación Pedro Pan echaron raíces en la región y contribuyeron al desarrollo socioeconómico y cultural de Florida y del país»31. Así se multiplicaron en Miami los gestos e inscripciones conmemorativas. En el campamento de Florida City, le dieron el nombre de «Pedro Pan»32 a una plaza donde aparece una placa para «preservar la memoria de este episodio». Pero, ¿a qué memoria se refiere sino a esta memoria institucional hecha para justificar los peores crímenes? El Padre Walsh fue condecorado post mortem por la «proeza» que realizó al llevar a cabo la Operación Pedro Pan; dos calles de Miami recibieron su nombre33.

Si el enfoque norteamericano sobre este episodio se ha centrado en los éxitos materiales de algunas figuras emblemáticas de la generación Pedro Pan, en Cuba, los periodistas, historiadores y artistas se muestran más preocupados por los estragos psicológicos que implicó este desarraigo masivo, impuesto a los niños34. Si la memoria institucional de la Operación Pedro Pan radica, desde luego, en Miami, no deja de ser una memoria trastornada, distorsionada. Desde los años 2010, varios artistas35 e intelectuales de Cubadecidieron adueñarse también del tema. Tratan de evitar una mera recuperación política de los hechos que es, de cierta forma, un nuevo rapto. Frente a un espacio «histórico» repleto, mitologizado en exceso, decidieron buscar otro espacio para poder expresar otra memoria a través del arte.

Vías/voces del trauma: huellas y «rastros» de la infancia desterrada

En este contexto –el de la biopsia de memoria–, la utilidad del registro quirúrgico es evidente. El objetivo es sondear las memorias difractadas y dispersas para unirlas mediante puentes literarios e históricos. Para ello, utilizaremos las vías de la regresión (en el sentido cronológico del término) y de la proyección mnemotécnica para intentar comprender su funcionamiento.

De la novela familiar al mito transnacional: hibridaciones mnésicas y literarias

Abordemos primero la dinámica regresiva. La anamnesis es hija del tiempo y se teje al revés, como las representaciones contemporáneas de una «operación» cuyos hilos de costura toman a veces la forma de un cuento o de un mito, hasta el punto de que los hechos narrados pueden parecer, a posteriori, fuera de lo común. Sin embargo, todo esto tuvo lugar. Lo que sorprende, es la continuidad y regularidad del proceso de extracción: casi 140 niños por semana (de media) durante más de un año, si nos remitimos a las estimaciones estadísticas establecidas en el libro de Yvonne Conde36. Esto no tiene nada que ver con la repetición fortuita de acontecimientos aislados e inconexos. Un marco histórico e ideológico establece el escenario.

Luego, además, está la sociología diferencial y proyectiva del perfil de las familias candidatas a la inmigración en Miami. Ya sean católicos, protestantes o judíos, la mayoría de ellos estaban vinculados a entornos bastante acomodados y/o a organizaciones contrarrevolucionarias, como observa el profesor Oscar Andrés Piñera Hernández37. Algunas de estas «organizaciones» fueron financiadas por la CIA para poner en marcha la operación de Bahía de Cochinos, cuyas consecuencias son bien conocidas.

De la verdad a la ficción, la frontera entre los dos lados del rompecabezas oscila. Por ello, es normal que la perspectiva de varias obras literarias resultantes de la operación Pedro Pan se sitúe en la frontera entre la historia y la ficción. Es el caso de las escritas por Carlos Eire, Víctor Andrés Triay38 o Enrique Flores-Galbis: todas ellas atestiguan el deseo de sus autores de exorcizar la cultura del secreto, alentada por los partidarios de la propaganda asimilacionista, sin duda para proteger a sus vástagos y facilitar su integración en el tejido socioeconómico estadounidense, conservando las ventajas del anonimato ficticio.

Las novelas de Víctor Andrés Triay se cruzan con hechos históricos y autobiográficos. La lucha comienza, su primera obra literaria, reúne algunas de las piezas del misterio de Pedro Pan abordado desde su vertiente caribeña, al igual que 90 Miles to Havana39, de Enrique Flores-Galbis, más accesible para el público más joven. Basada en hechos reales, la saga El círculo intacto (The Unbroken Circle Series) cuenta la historia de la ficticia familia León, una familia cubana de clase media cuya pacífica existencia se ve sumida en el caos cuando llega el huracán de la revolución cubana. Narrada con la habilidad de un cronista que sabe crear suspense en tiempos de guerra fría, La lucha comienza inaugura la saga El círculo intacto40 con el telón de fondo del poder evocador de un drama familiar. El tercer volumen, On Freedom's Shores, está más orientado a los Estados Unidos y cuenta la historia del asentamiento de los emigrantes cubanos en Estados Unidos a lo largo de dos generaciones.

Para Anita Casavantes Bradford, la popularidad de este tipo de exploraciones en la intersección de la historia y la ficción demuestra que

la disposición de los estadounidenses a abrazar las narrativas triunfalistas de la comunidad de exiliados de la Operación Pedro debe entenderse también como una respuesta a necesidades psicológicas y políticas fundamentales, en la medida en que estas narrativas reforzaron la creencia en Estados Unidos como una tierra de oportunidades sin parangón y un refugio histórico para los pueblos oprimidos41.

Sin embargo, este deseo de americanización acelerada sugiere carencias identitarias, familiares y de memoria que resurgen en actos federativos y conmemorativos como el cincuentenario de la llegada de los cubanos a EEUU.

De la resiliencia a la resistencia: el arte de la diáspora

La conocida bloguera Marty Darby, amiga del pintor/instalador MANO y del cineasta Brian Robau, nos recuerda que los acontecimientos fundacionales han dejado una dolorosa huella en la memoria colectiva42, que se nutre de la estética de las artes plásticas y visuales. Por supuesto, estos acontecimientos no tienen el mismo significado para todos. Algunos lo ven, en primer lugar, como una oportunidad para consolidar una comunidad diaspórica ya muy unida cultural y económicamente, como la del condado de Dade, que también está estrechamente vinculada a los neoconservadores.

Otros, como Enrique Martínez Celaya, nacido en 1964 y que salió de Cuba muy joven para emigrar a América, dan un significado diferente al sacrificio inicial. El artista insiste en la «angustia de estos niños»43 y en el heroico homenaje que se les rinde en la diáspora, de ahí su deseo de «conmemorar el acontecimiento»44. Abandonados a su suerte, o a los caprichos del sistema liberal, sus primeros pasos se vieron lastrados por el peso impuesto de un papel pionero, como muestra la monumental escultura de bronce Torre de Nieve (Fig. 1). Situada en el condado de Miami-Dade, esta obra, encargada por la Colección de Arte Permanente del Miami-Dade College, muestra a un niño que lleva el peso de su hogar sobre los hombros y camina, ayudado por muletas, hacia la Torre de la Libertad, que en su día sirvió para gestionar el flujo de migrantes cubanos.

Figura 1. Enrique Martínez Celaya, Tower of Snow, escultura de bronce, tamaño: 3,35 x 2,26 x 0,86 m, 2012, ubicación: 25° 46,798’ N, 80° 11,363’ W. Foto de Dan Lundberg tomada el 17 de agosto de 2013.

Reproducido con permiso bajo la licencia Creative Commons 2.0. Disponible en: https://flickr.com/photos/9508280@N07/9713638314/in/photostream/ [página consultada el 8 de marzo de 2022]

Si el cruce del Estrecho de Florida se ha repetido muchas veces, afectando a personas jóvenes y vulnerables, sin garantía de retorno o reagrupación familiar, es porque las autoridades supraparentales han presidido el intercambio de «nacionalidad por seguridad» a ambos lados del canal. A ambos lados del corredor aéreo Florida-Cuba, la voz del Padre –el padre simbólico, el que da forma al yo ideal– ha sustituido a la autoridad paterna natural, mostrando la urgencia de volar, como Peter Pan, para sobrevivir, a través de los mares. La construcción de un mito transnacional sirvió así para justificar el sacrificio de la unidad familiar –de los menos pudientes– en beneficio de la diáspora, salvo que a su llegada faltó Neverland, como recuerda el documental de Marina Ochoa, Never Ever Neverland:

Algunos argumentarán, no sin razón, que las causas de esa separación son principalmente políticas y religiosas; pero ¿se pueden excluir otros factores a priori relevantes? Hasta el día de hoy, los testimonios y las publicaciones de los padres a los que se les impidió regresar a Estados Unidos tras la suspensión de la conexión Cuba-Estados Unidos por parte de los norteamericanos46, y luego de los permisos de salida del territorio cubano por parte de Fidel Castro, siguen siendo bastante escasos, por lo que una parte de la memoria oculta de la parte caribeña permanece inexplorada, y por lo tanto no contabilizada en la ecuación general, una carencia que el arte diaspórico de los cubano-americanos trata de llenar.

Ante el abismo del archivo traumático, la violencia física y simbólica sufrida durante el intervalo de la infancia, algunos «Pedro Pans» se han forjado una personalidad resistente, antes de comprometerse en el camino de la resistencia. Es el caso, por ejemplo, de Ana Mendieta, que explica en estos términos lo que motivó su vocación: «After a year or two in the United States I knew that I was going to grow up to be either a criminal or an artist. So I decided to become an artist»47.

El caso de Mendieta es emblemático de esta generación de artistas en busca de modos de expresión alternativos para dar voz a identidades minorizadas o incluso censuradas por las expectativas del establishment. Combinando la praxis narrativa, pictórica y cinematográfica, su obra actúa como contrapunto a las versiones oficiales e institucionales. Su serie titulada Blood & Feathers48 marca una discordancia entre la fraseología del mito transnacional americano (sin duda retransmitida por la Coral Gables High School) –el de Pedro Pan–, que puede ser explotable a su antojo, y el del rebelde taíno, libre y conectado a las ondas telúricas o fluviales.

Según su hermana menor, hoy legataria de la colección de Ana Mendieta, la artista se fue convirtiendo en una sacerdotisa de Itiba Cahubaba49 –la deidad antropomorfa del zoo que es mitad mujer y mitad rana, que da a luz a sus hijos en las aguas del lago antes de enviarlos a los cuatro rincones del mundo– para favorecer el desarrollo espiritual de su arte.

Figura 2. Atabey, también llamada Itiba Cahuba.

Imagen libre de derechos en el dominio público. Disponible en: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Atabey_pretroglyph_Illustration.png.

El exorcismo del trauma paterno, infligido por el padre simbólico, encontraría entonces su modus operandi a través del ritual artístico, sirviendo la sangre (idealmente) menstrual para reconectar con la Madre Tierra y reequilibrar el universo paternalista/capitalista norteamericano de los años 70. De modo metafórico, el significante (la pluma) emprende el vuelo, mientras que el significado (la encarnación politeísta del dios Huracán) echa raíces al reconciliarse con la divinidad telúrica hecha mujer. Con una libertad y ligereza desconcertantes, Mendieta logra potenciar el contramito indígena, antídoto de las metanarrativas imperialistas y comunistas, haciéndolo accesible a todos los Pedro Pans que deseen emancipar su imaginario.

Unos años más tarde, su serie Glass on Body50 encontró eco en el inconsciente estético de Sandra Ramos y de la fotógrafa e instaladora Rosa Irigoyen. Esta compatriota tomará los caminos del arte contemporáneo para crear una mitología a la vez personal y diaspórica, cuyo poder iconoclasta se expresa con toda su fuerza en Tránsitos y peajes51. El motivo obsesivo de la pecera52 se manifiesta aquí en la violencia explosiva de los cristales rotos esparcidos por el mobiliario administrativo. A la hora de hacer dialogar los recuerdos, Ana responde con una poesía espantosamente dulce, con todo el amor y el apego de la niña delicada y sensible que abraza incluso la frialdad de la ventana aduanera autóctona con la esperanza de encontrar algún día el paraíso perdido de su familia cubana.

¿Sueño o realidad? Lo que importa, a fin de cuentas, para estos practicantes del arte es volver a trazar de forma dialogada, asertiva y prospectiva el itinerario de un Pulgarcito –el fondo del mito transnacional que refuerza el eco contrapuntístico– juntando las piezas de un rompecabezas familiar/nacional disperso por los Estados Unidos. No es de extrañar, pues, que la identidad, la memoria y la diáspora estén en el centro de las producciones pictóricas, fílmicas y performativas de una pionera como Ana Mendieta. Al eco de las palabras, la poeta Nancy Morejón teje el encanto de los versos, cercanos y lejanos, como homenaje a la bella Ana-Wendy. Su legado como intérprete, escultora y cineasta es una cartografía del desplazamiento y la pertenencia sublimada por la estética del arte corporal. Su trágica muerte, a tan temprana edad, nos recuerda que «los lugares cerrados se conducen por caminos»53 y que «el rastro lleva al lugar de todos sin que uno tenga que ofender al propio; orienta la Frontera y habla de la Lejanía»54.

Conclusión

La secuencia de acontecimientos que condujo a la extracción y posterior traslado de 14 000 niños y adolescentes del «País de las Maravillas» al País de Nunca Jamás en Estados Unidos demuestra que se trató de una operación bien planificada y orquestada. Sin embargo, el escenario original parece ser poco conocido por la mayoría de los investigadores y, de hecho, se corre el riesgo de mantener el statu quo hasta que se junten todas las piezas del rompecabezas. Es a este precio que la memoria del secuestro, unida a la de la adopción, tendrá algún día sentido, tanto para los nacionales de la diáspora cubano-americana aún afectados por las consecuencias de la Operación Peter Pan, como para los testigos indirectos del proceso. Hemos intentado reconstruir esta memoria difractada poniendo en perspectiva los relatos bíblicos y artísticos del desarraigo. El hilo conductor así tejido sigue la dinámica opositora y contrapuntística de las narraciones a través de la confrontación de varias fuentes: la elipsis oficial de los discursos políticos frente a la epifanía narrativa de las ficciones remachadas a la «verdad vivencial».

  • 1 En términos similares comenta Wendy su llegada con sus hermanos al País Imaginario: «Claro, en aquel aquella época, el País Imaginario era imaginario mientras ahí, era muy real, y no había ninguna lamparilla, y hacía cada vez más oscuro, y ¿dónde estaba Nana?»: traducción del texto de Barrie James Matthew, Peter Pan, Vanves, Librairie Générale Française, 2009, p. 66.
  • 2 Expresión de la que se vale Rosa Irigoyen al hablar de su desarraigo forzado como niña en este período, en el documental de Guillermo Centeno. Bravo Estela, Ochoa Marina, Centeno Guillermo, Del otro lado del cristal, La Habana, ICAIC, 1995: desde aquel trágico episodio es como si estuviera«en el limbo para siempre».
  • 3 Carlos Eire, otro de estos niños, habla de su salida de Cuba en términos muy semejantes: «[…] me escondieron en las ruinas y me arrojaron por la ventana antes de que los milicianos de nuestro propio Herodes me dieran caza. Me lanzaron lo más lejos que pudieron, y así fue como salí para el exilio, junto con mi hermano mayor. Tan lejos nos lanzaron que crucé el mar azul y llegué hasta nuestro Egipto, los Estados Unidos, la bóveda de las ilusiones eternas.». Eire Carlos, Nieve en La Habana, New York, Random House, 2007, p. 115.
  • 4 Como lo recuerda Yvonne M. Conde, en Operación Pedro Pan, se produjeron varios éxodos de niños a lo largo del siglo 20: unos 20 000 niños vascos huyeron durante la guerra civil española; el kindertransport salvó a 10 000 niños hebreos entre diciembre de 1938 y agosto de 1939, refugiados en Inglaterra; y más de 28 000 niños griegos fueron enviados a vivir en campamentos en varios países del bloque comunista, durante la guerra civil (1944-1949). Conde Yvonne M., Operación Pedro Pan, Nueva York, Penguin Random House, 2019.
  • 5 Como los «migrantes desnudos» a los que evoca el escritor martiniqués Édouard Glissant en otro contexto, y que fueron despojados de todo: de sus padres, de su familia, de su cultura, de su historia, de sus raíces, de su lengua y de su identidad.
  • 6 «Ya somos el olvido que seremos»: verso de Jorge Luis Borges, Sonetos inéditos – III. Disponible en https://www.poeticous.com/borges/sonetos-ineditos-iii?locale=fr.
  • 7 María Leopoldina Grau San Martín, conocida como «Polita», había recibido, por su tío Ramón Grau San Martí, el título de «Primera Dama» durante su presidencia.
  • 8Torreira Crespo Ramón, Operación Peter Pan: Un caso de guerra psicológica contra Cuba, La Habana, Editorial política, 2000.
  • 9 Se trata de la Operación Mangosta dirigida por la CIA contra Cuba tras el fracaso de la invasión de la Bahía de los Cochinos.
  • 10 Esta radio emitió por primera vez en Cuba el 17 de mayo de 1960.
  • 11 La noción de patria potestad está derivada del derecho griego patria postesta que remite al poder ejercido por el paterfamilias sobre sus hijos. Ver Le Dictionnaire des Antiquités Grecques et Romaines de Daremberg et Saglio. Disponible en:http://dagr.univ-tlse2.fr/consulter/2293/PATRIA%20POTESTAS/page_346.
  • 12 Rumores a los que alude Gómez Cortés Olga Rosa, Operación Peter Pan, cerrando el círculo en Cuba, La Habana, Casa de las Américas, 2013, p. 276. Obra basada en el documental del mismo nombre de Estela Bravo.
  • 13Castro Fidel, Discurso pronunciado en clausura de la primera plenaria estudiantil de jóvenes rebeldes, en el teatro Payret, el 27 de marzo de 1961. Disponible en http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1961/esp/f270361e.html. Añade, no sin humor, para mostrar lo absurdo que supondría semejante ley: «como si no se hubiesen detenido a pensar que solamente para lavar los pañales de todos los muchachos hace falta medio millón de mujeres».
  • 14Diniz Carmen, «Operación Peter Pan: Una gigantesca “noticia falsa” en la década de los 60» [en línea], Cuba periodista, 22 de septiembre de 2020. Disponible en: https://www.cubaperiodistas.cu/index.php/2020/09/operacion-peter-pan-una-gigantesca-noticia-falsa-en-la-decada-de-1960/.
  • 15 Las familias adineradas de la clase alta cubana ya habían emigrado en los primeros meses de la Revolución.
  • 16 «Cuando mi hija cumplió 7 años, habían pasado 30 años desde que mi hermano siendo un Peter Pan, abandonó la Isla con una edad similar. Como madre no podía entender cómo alguien puede abandonar a su hijo y enviarlo a un país extranjero sin tener la certeza del reencuentro familiar» así se expresa Marina Ochoa, en una entrevista sobre su documental, Never Ever Neverland, en el artículo de Romero Reyes Rodolfo, «Para entender Pedro Pan» [en línea], 6 de enero de 2015. Disponible en: http://www.contextolatinoamericano.com/site/article/para-entender-peter-pan.
  • 17 La propia madre de Carlos Eire es hija de inmigrantes gallegos. Véase Eire Carlos, Nieve en La Habana, op. cit., p. 112.
  • 18Conde Yvonne M., Operación Pedro Pan, op. cit., p. 38.
  • 19 El 11 de junio de 1961, sale el primer contingente de 1 000 estudiantes cubanos para la Unión Soviética. Ibid., p. 44.
  • 20Eire Carlos, Nieve en la Habana, op. cit., p. 347-348.
  • 21Ibid., p. 324.
  • 22 «This is the underground railway in the sky – Operation Peter Pan», escribe Gene Miller. Véase Miller Gene, «Operation Pedro Pan: Cuban tots, a Raggedy Ann Doll» [en línea], The Evansville Press, Friday, March 9. Disponible en: https://assets.website-files.com/6007cfcbaf10177efef718a2/600a0f2d41081584889d247f_Article-Gene-Miller-Evansville-Press_0.pdf.
  • 23 Como nos lo recuerda George Orwell en su artículo sobre «La política y la lengua inglesa», el discurso político trata de desconectar la palabra de la imagen mental que evoca. Gracias a este subterfugio, se puede defender lo indefendible. Orwell George, El poder y la palabra, Barcelona, Penguin Random House, 2017, p. 115-144.
  • 24Barrie James Matthew, Peter Pan, op. cit., p. 52.
  • 25 «De hecho, a veces, cuando regresó, ya no se acordaba de ellos [Wendy y sus hermanos]. Por lo menos, borrosamente. […] Incluso, una vez, Wendy tuvo que recordarle su nombre». Traducción del texto de Barrie James Matthew, Peter Pan, op. cit., p. 63.
  • 26 The Historical Marker Database. Disponible en: https://www.hmdb.org/m.asp?m=71917.
  • 27Barrie James Matthew, Peter Pan, op. cit., p. 249.
  • 28Sloane Allan, The lost apple, 1964. Disponible en línea: https://www.youtube.com/watch?v=WKoJKF-FtS4.
  • 29 https://www.pedropan.org/.
  • 30 Marina Ochoa, cineasta cubana que perdió a su hermano Pedro Pan cuando este tenía siete años y nunca más volvió a verlo. Testimonio recogido por Romero Reyes Rodolfo, «Para entender Pedro Pan», art.cit. Véase también Romero Reyes Rodolfo, «Para entender Peter Pan. Entrevista a la cineasta cubana Marina Ochoa» [en línea]. Disponible en: https://letrajoven.wordpress.com/2014/12/17/para-entender-peter-pan-entrevista-a-la-cineasta-cubana-marina-ochoa/.
  • 31 Es lo que podemos leer en la Placa patrimonial de Florida auspiciada por Operación Pedro Pan Group., Inc. y el Departamento de Estado de Florida. Véase https://www.hmdb.org/m.asp?m=71917.
  • 32 https://www.miamiarch.org/CatholicDiocese.php?op=Article_121126154120227.
  • 33 En 2007, un segmento de la Calle 120 y la Avenida 137, cerca del campamento Matecumbe que acogió a los niños Pedro Pan, recibió el nombre de Msgr. Bryan O. Walsh Street. En 2011, otra calle fue bautizada con su nombre, en la esquina de la Calle 120 y la Avenida 107, a las afueras de la parroquia St. John Neumann.
  • 34 Como lo vemos, por ejemplo, en el documental de Estela Bravo, Del otro lado del cristal.
  • 35 Pensamos en particular en Estela Bravo o Marina Ochoa que contribuyeron a dar otra versión de la historia a través de sus documentales. Véase Bravo Estela: Operación Pedro Pan: cerrando el círculo, documental, ICAIC, La Habana, 2010. Ochoa Marina, Never Ever Neverland, Cuba/Venezuela, 2014.
  • 36Conde Yvonne M., Operation Pedro Pan. The untold exodus of 14,048 Cuban children, Londres, Routledge, 1999, p. 89: «On January 1961, as the Cuban children started to arrive, Father Walsh had rented the institutional grounds of the Dade County Welfare Department, which had room for 140 children». La correlación entre el promedio semanal de llegadas de niños cubanos y esta capacidad institucional de la Oficina Católica demuestra que todo estaba calculado de antemano. Si relacionamos esta media con el índice de rotación del servicio Miami-La Habana, llegamos a una media de 20 salidas diarias, que sigue siendo bastante moderada, incluso discreta: un «éxodo juvenil» transamericano entre bastidores.
  • 37Piñera Hernández Oscar Andrés, «La contrarrevolución cubana en los Estados Unidos (1961-1962): la construcción de un imaginario contrarrevolucionario» [en línea], Momentum. Revista Técnico-Científica das Faculdades Atibaia, 28 de jun. 2017. Disponible en: https://momentum.emnuvens.com.br/momentum/article/download/56/49.
  • 38Triay Victor Andrés es el autor de Fleeing Castro: Operation Pedro Pan and the Cuban Children's Program y de Bay of Pigs: An Oral History of Brigade 2506, que recibió el premio Samuel Proctor de la Florida Historical Society.
  • 39Flores-Galbis Enrique, 90 Miles to Havana, New York, Roaring Brook Press, 2010. Esta novela infantil ganó el prestigioso Premio Pura Belpré de Libro de Honor de Narrativa en 2011.
  • 40 La serie de Triay Victor Andrés, The Unbroken Circle Series, CreateSpace Independent Publishing Platform, se compone de tres volúmenes: The Struggle Begins, Book I, Freedom Betrayed, Book II y On Freedom's Shores, Book III.
  • 41Casavantes Bradford Anita, «Remembering Pedro Pan: Childhood and Collective Memory Making in Havana and Miami, 1960-2000», Cuban Studies, 44, 2016, p. 286.
  • 42Darby Marty, «Operation Pedro Pan: it’s been 50 years and the pain is still resent» [en línea], My Big Fat Cuban Family, 17 de noviembre de 2011. Disponible en: https://www.mybigfatcubanfamily.com/2011/11/operation-pedro-pan-its-been-50-years-and-the-pain-is-still-present/.
  • 43 Observación del artista mencionada en el artículo de Burns Charlotte y Pobric Pac, «What to see at the fairs in New York this week», The Art Newspaper, 12 de marzo de 2015.
  • 44Ibid.
  • 45 Marina Ochoa, citada por CUBA50, «Never Ever Neverland – the real story of the Peter Pan Operation – new Cuban documentary» [en línea], Cuba 50: Celebrating Cuban Culture, 29 de octubre de 2014. Disponible en: https://cuba50.org/2014/10/29/never-ever-neverland-the-real-story-of-the-peter-pan-operation-new-cuban-documentary/ [consultado el 17 de abril 2022].
  • 46 El 3 de enero de 1961, Estados Unidos rompe las relaciones diplomáticas con Cuba. En respuesta, Cuba dejó de expedir permisos de salida tres días después. El 9 de enero, el padre Walsh obtuvo la exención de visado para la exfiltración de los Pedro Panes.
  • 47 Ana Mendieta citada por Raquel Mendieta Harrington, en CONDE Yvonne M., Operation Pedro Pan, op. cit., p. 123.
  • 48Mendieta Ana, Blood and Feathers #2, 1974, fotografía en color, 25,4 x 20,3 cm, colección Raquelin Mendieta Family Trust. © The Estate of Ana Mendieta Collection, cortesía de Galerie Lelong, Nueva York y París y Alison Jacques Gallery, Londres. Disponible en: https://www.arthistoryproject.com/artists/ana-mendieta/untitled-blood-and-feathers-2/.
  • 49Mendieta Harrington Raquel, «Ana Mendieta: self-portrait of a goddess», Review: Literature and Arts of the Americas, Vol. 22, 39, 1988, p. 38-39.
  • 50Mendieta Ana, «Sin título» (Vidrio en la cara), 1972, fotografía en color, tamaño: 60,96 x 43,82 cm. Disponible en: https://icamiami.org/collection/ana-mendieta-untitled-glass-on-face-1972.
  • 51Irigoyen Rosa, instalación «Tránsito y peajes», Museo de Arte contemporáneo de Puerto Rico, 1997. Disponibile en: https://www.mapr.org/es/museo/proa/artista/irigoyen-rosa.
  • 52 Así se apodó al salón de aduanas que estaba divido en dos espacios por un muro de cristal que materializaba la frontera separando los niños de los padres en el aeropuerto de la Habana.
  • 53Glissant Edouard, Faulkner Mississipi, Stock, 1996, p. 344. Traducimos del francés.
  • 54Ibid.