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Tapa de La Infancia desarraigada en tierras hispanohablantes (Marie-Élisa Franceschini-Toussaint i Sylvie Hanicot-Bourdier, dirs, 2024) Show/hide cover

De los inicios de la protección de la infancia en España al reconocimiento de los derechos del niño a través de la revista de Manuel Tolosa Latour

El presente trabajo forma parte del proyecto PID2020-117235GB-I00, Convocatoria 2020 Proyectos de I+D+i - PGC Tipo B, «Mujeres, familia y sociedad. La construcción de la historia social desde la cultura jurídica. Ss. XVI-XX» y del proyecto PID2020-113012GB-I00; 2021-25. «Conflictos intergeneracionales y procesos de civilización desde la juventud en los escenarios ibéricos del Antiguo Régimen (Fam&Civ)»; PID2020- 113012GB del MCIN.

Como es sabido, el origen de la protección de la infancia en nuestro país se encuadra a finales del siglo 191, siguiendo la estela de lo realizado por otras zonas europeas, aunque con cierto retraso respecto a ellas, apareciendo como consecuencia de los efectos de la industrialización sobre las capas más desfavorecidas de la sociedad.

Si bien a lo largo de los siglos anteriores había ido cambiando la percepción y conceptualización sobre la infancia, aumentando el interés de la sociedad por este colectivo, fue en el siglo 19 cuando empezó a considerarse a los niños como sujetos con identidad propia y con unas necesidades específicas. No obstante, las desiguales realidades en las que se desarrollaron sus vidas, en función del estrato social de pertenencia, contribuyeron a ensanchar las diferencias entre «los hijos de los pobres» y «los hijos de los ricos», opacando, en este sentido, incluso las existentes entre el mundo rural y el urbano. Mientras en los grupos más acomodados e instruidos se consideró pertinente apartar al niño del trabajo manual, la infancia de los pobres fue percibida como un tiempo de aprendizaje de los hábitos de trabajo que desarrollarían siendo adultos en un ámbito fundamentalmente industrial2.

Dicha brecha infantil empezó a resultar incómoda, a comprometer la imagen de los Estados y a amenazar el pretendido orden moral y social burgués, máxime cuando las consecuencias de la pobreza infantil comenzaron a manifestarse en los denominados «niños de la calle»3, entre los que se encontraban marginados, abandonados o mendigos, que, en el imaginario colectivo de la época, representaban la antesala de la delincuencia4. Supuesto que alarmó a las clases poderosas, y llamó la atención de higienistas, reformadores sociales y filántropos quienes, imbuidos por un concepto romántico de la infancia, no fueron insensibles a tales realidades, convirtiéndose en agentes y promotores del cambio social a finales del siglo 19 y principios del 20. Defendieron que la «experiencia de la infancia» debía ser universal y que todos los niños poseían ciertos derechos. Sin embargo, solo cuando estos se convirtieron en un problema para mantener el orden social fueron objeto de interés por parte de grupos filantrópicos y del Estado5.

A partir de ahí trataron de responder a una serie de problemas como la elevada mortalidad infantil y la aparición de enfermedades que explicaban como consecuencia del empobrecimiento de las clases populares, la insalubridad de sus viviendas, la deficiente alimentación y la falta de cuidados, tanto higiénicos como éticos y morales6. Se responsabilizaba de ello a la desestructuración familiar provocada, en su opinión, por la incorporación de las madres al trabajo industrial, alejándolas del hogar, así como a las interminables jornadas laborales de los padres que los obligaban a permanecer todo el día fuera de casa y a encubrir su desesperación en la taberna y en el abuso del alcohol, prácticas que acababan provocando el abandono y maltrato de los hijos a los que empujaban a la mendicidad y a la delincuencia. En este sentido, los movimientos a favor de las reformas sociales y el moderno estado asistencial propusieron un determinado modelo familiar, establecieron el papel de la mujer, tanto en el espacio privado como en el público, y fijaron unos roles de género alejados de la igualdad.

Del mismo modo, impulsaron campañas de divulgación y presión para forzar la implementación de reformas legislativas dirigidas a apoyar la maternidad, regular el trabajo infantil y proteger a la infancia abandonada, maltratada, marginada y delincuente7, circunstancias de las que, en numerosas ocasiones responsabilizaban a los padres, comenzando a presentarse a los niños como víctimas no solo de los excesos del proceso de industrialización, sino de la negligencia de sus progenitores.

La situación descrita justificaba y legitimaba la intervención del Estado y de los reformadores sociales, entre los que se encontraba Manuel Tolosa Latour.

Manuel Tolosa Latour. Un pionero en la protección de la infancia

El madrileño Manuel Tolosa Latour, (1857-1919), fue una figura relevante en la protección social de la infancia española, labor a la que se dedicó desde diferentes ámbitos. Disfrutó de una privilegiada posición social y de unas estrechas relaciones tanto con aristócratas como con intelectuales de la época que le ayudaron en la ejecución de una parte importante de sus proyectos8.

A lo largo de su carrera combinó la práctica de su profesión, comprometiéndose con la detección y el tratamiento de enfermedades infantiles raras, con la creación de centros especializados y la puesta en marcha de instituciones protectoras de la infancia, así como con la participación en congresos científicos y eventos de divulgación, la publicación de numerosas obras sobre la temática señalada, y el impulso de una legislación protectora de la infancia. No en vano declaró su deseo de hacer del siglo 19 el de la protección a la infancia9.

En 1882, se convirtió, mediante concurso público, en médico del Hospital del Niño Jesús de Madrid10. Un centro fundado en 1877, destinado a la atención de niños pobres y ubicado en una de las zonas más desfavorecidas de Madrid que llegó a convertirse en cuna de la pediatría española. Su prestigio en la práctica clínica profesional le fue reportando un reconocimiento que derivó en el desempeño de diversos cargos, demostrando en todos ellos un talante innovador en el tratamiento y la resolución de los problemas planteados sobre esta materia, así como en la creación de diversas instituciones y sociedades como el Instituto Biológico, creado con el objetivo de implementar las especialidades médicas y quirúrgicas que todavía no se impartían en las facultades de medicina españolas. También fue director médico del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús y participó muy activamente en la formación y fundación de las Sociedades de Higiene, Terapéutica, Ginecología y Fisiología11, así como en la Sociedad Protectora de los Niños en 188712.

A lo largo de su ejercicio profesional fue transformando la atención médica que debía prestarse a los niños, desarrollando métodos profilácticos y aplicando novedosas terapias para tratar a los más enfermos. En este sentido, para tratar de paliar la elevada mortalidad infantil, Manuel Tolosa, junto a otros colegas, estableció las consultas médicas periódicas desde el nacimiento como procedimiento idóneo para favorecer el desarrollo infantil, impulsando así la medicalización de la infancia13. Del mismo modo, propuso el contacto con la naturaleza para mejorar determinados problemas físicos infantiles, método que lo llevó a fundar en Guadalajara un centro sanitario de montaña en 1896. No solo el ambiente del campo, también el mar y el clima marino fueron vistos por este facultativo como agentes terapéuticos para los niños enfermos. Destacó, en este sentido, como defensor a ultranza de la talasoterapia, técnica desconocida hasta el momento en nuestro país, poniendo en marcha, en octubre de 1892, ante la falta de iniciativa estatal, un Sanatorio marítimo infantil en Chipiona, Cádiz, gestionado conforme a los parámetros seguidos por los alemanes14.

Estos centros traspasaban su carácter exclusivamente terapéutico al ser entendidos como espacios de complemento formativo en los que se aplicaban las más novedosas metodologías educativas del momento, basadas en el respeto de la personalidad de los niños, la prioridad de las clases prácticas y al aire libre, la prohibición de los castigos físicos y la relación de familiaridad entre el personal especializado y los menores. Todo esto formaba parte del ideario reformador que pretendía aportar no solo cuidados físicos sino también éticos y morales, y proveer a los más desfavorecidos de herramientas que los alejaran de la mendicidad y del vagabundeo.

Coadyuvó al pensamiento innovador y creativo de este higienista el contacto que mantuvo con colegas y especialistas en temas de infancia en los numerosos congresos europeos en los que participó. Estos le permitieron conocer los avances que se iban produciendo en otros países en relación a la protección a la infancia. En ese sentido, representó a España en el I Congreso Internacional de Protección a la Infancia, convocado por la Sociedad General Protectora de la Infancia Abandonada y Culpable15, celebrado en París en 188316, en el que fue designado miembro del Comité Internacional Permanente de la entidad. Participó además en otros muchos eventos de índole nacional e internacional en los que presentó ponencias relevantes. De su contenido, así como del ideario del resto de sus iniciativas dejó constancia en una muy relevante y prolija producción científica, publicada en artículos tanto en revistas especializadas, como en la prensa nacional de la época.

También escribió numerosas monografías17 en las que plasmó sus ideales sobre la infancia, su protección y la atención que se debía prestar a los más desfavorecidos; no en vano entre sus objetivos destacaba tutelar y proteger al niño desamparado y educar y corregir al menor delincuente18. Del mismo modo, Manuel Tolosa puso en machar varias revistas como Pro-infantia y La Madre y el Niño. Precisamente esta última se convirtió en un uno de los instrumentos de los que se sirvió para difundir sus ideas, socializar a las madres en el correcto cuidado de sus hijos y presionar al Gobierno para que aprobase una legislación reformista.

La revista La Madre y el Niño. Una herramienta divulgativa en manos de Manuel Tolosa Latour

La citada publicación, subtitulada «Revista ilustrada de higiene y educación»19, fue fundada por Manuel Tolosa Latour, en Madrid, en 1883, convirtiéndose en pionera en la divulgación de los temas relativos a la protección de la infancia en sus más variadas perspectivas. Se editó durante dos años con periodicidad mensual, firmando Manuel Tolosa Latour la mayor parte de los artículos, especialmente durante el primer año. En 1884, la revista pasó a ser copropiedad de José Call Morros y amplió sus aportaciones literarias, resultando inesperado su cierre pues en el último número publicado no solo no se comunicaba nada al respecto, sino que en él se anticipaban los proyectos para el siguiente volumen a publicar20.

Las imágenes que aparecían en la portada estaban en clara sintonía con la temática y la denominación de la revista21. Esta incluía artículos divulgativos relativos a los cuidados sanitarios, higiénicos, éticos y culturales que precisaban los menores, unos expresados de forma directa y otros de forma novelada, recurriendo a relatos de los que podían extraerse moralejas y conclusiones aleccionadoras, firmados por una larga nómina de colaboradores, no solo médicos, sino también diferentes profesionales vinculados a la infancia, escritores, etc. Entre las plumas más asiduas se encuentran el reputado médico infantil Mariano Benavente González, director del Hospital del Niño Jesús de Madrid en 1877 (padre de Jacinto Benavente)22, el reconocido cirujano Francisco Alonso Rubio23 que ocupó la cátedra de Obstetricia y Enfermedades de la mujer y de los niños, y Carlos Rodríguez Pinilla, junto a otros miembros de la Sociedad Española de Higiene.

En relación a la temática, la revista presenta un «Programa» fijo a lo largo de todos sus ejemplares que incluye los siguientes epígrafes: Protección a la infancia; Higiene y educación de la mujer; Crianza física, moral y sentimental de los niños; Fundación de hospitales especiales y hospicios marinos; Mejora y perfeccionamiento de Asilos benéficos. Socorros a las madres pobres y Amparo al niño desvalido, estructurado en un sumario que contaba con varias secciones, la mayor parte de ellas de carácter fijo a lo largo de los números24. Dicho formato no cambió hasta el número 5 de 1884, en el que desapareció la imagen de la portada y el «Programa» y se redujo el Sumario quizá con el objetivo de ganar espacio para el contenido. Este último puede desglosarse en dos grandes bloques temáticos, uno que aborda asuntos y debates de actualidad relacionados con la problemática de la infancia, y otro más especializado, relativo a recomendaciones médicas y de salud, directamente dependiente, generalmente, de Manuel Tolosa Latour.

En el primero de los bloques se incluyó el debate sobre el papel de la mujer en el mundo laboral y en la familia. Un tema que, como ya se ha anticipado, preocupaba a los reformadores y que la revista lo aborda presentando tanto las posturas favorables a la presencia de las mujeres en el espacio público como contrarias a la misma. Las primeras representadas por Concepción Arenal quien consideraba que las mujeres no debían desinteresarse por asuntos sociales de su incumbencia25. Frente a ellas, numerosos artículos defendían que la mujer debía limitarse a ser una buena madre y esposa26. En esta línea se situaba el director de la revista que no dejó de resaltar dichos roles femeninos, en aquellas mujeres que aparecían citadas en la publicación, por encima de sus logros profesionales27, postura que defendieron incluso ciertas participantes en la publicación28 que llegaron incluso a responsabilizar a las madres de los comportamientos poco ejemplares de los adolescentes, haciendo una crítica de aquellas que dejaban sus cuidados a cargo de niñeras y criadas29. La separación de roles está muy presente en este tipo de artículos en los que papel de la madre como responsable de cuidar e inculcar buenos hábitos en los niños, en cuyo desempeño habían de ser educadas30, contrasta con el del padre como responsable del bienestar material31.

Una de las preocupaciones de la época, que la revista no dejó de tratar, fue el recurso a los servicios de las nodrizas, muy criticados por los reformadores que defendían la lactancia materna, como puede verse en sus páginas32. Dicha actividad, reflejo del cambio social que se estaba produciendo, se convirtió en una importante fuente de ingresos para muchas mujeres, lo que quizá explicara que la nodriza fuera una figura muy denostada cuya responsabilidad era cuestionada. Se criticaba que amamantaran a demasiados nacidos al mismo tiempo por motivos lucrativos, acusándolas de abusar de la confianza de los padres, de la alta mortalidad de los bebés que estaban a su cargo, y se les reprochaba el que mantuviesen unos hábitos que condicionaban no solo la salud de los recién nacidos sino su posterior desarrollo físico y ético33.

Cuando por motivos de salud las madres no pudieran amamantar a sus hijos, los reformadores que escribían en la revista proponían que preferiblemente fueran las casas-cunas34 las encargadas de cuidar a «los hijos desasistidos de las obreras industriales». Les servía de inspiración, en este sentido, el Dispensario-Hospital parisino para los niños pobres que acogía al niño por la mañana y lo devolvía a la madre obrera por la noche35. Para las nodrizas que siguieran ejerciendo proponían una serie de requisitos que debían cumplir36 y unas garantías con las que debían contar. En ese sentido, desde esta publicación se denunciaban sus bajos salarios y los impagos de algunas instituciones37, reclamando para ellas mejores condiciones laborales, así como un proyecto de ley que regulara su situación38, pero que no fue adoptado hasta 1904. Aportaba la ley de dicho año toda una reglamentación específica, y normativa de aplicación sobre la lactancia mercenaria, las nodrizas y su control legal.

Aunque no dejaron de ocuparse del trabajo infantil, sin embargo, llama la atención que no fuera el tema del que más se ocupase la revista, pese a ello denunciaron la temprana edad de acceso al trabajo, criticaron la denominada «educación de los talleres», basada en castigos y represalias a los aprendices, denunciaron la falta de higiene en fábricas y lugares de trabajo, y alertaron sobre los perjuicios de ciertas industrias para el organismo infantil39.

Mayor importancia otorgaron a la educación infantil, no tanto al asunto de la escolarización40, o la educación intelectual, que en ningún momento desdeñaron41, sino más bien a la formación de la personalidad y a la transmisión de unos valores y unos roles sociales42. Desde la revista se promovió la supresión de castigos, informando de las secuelas tanto físicas como psicológicas que podían dejar43; se difundieron los beneficios del ejercicio físico y el contacto con la naturaleza44, así como la necesidad de transmitir una educación moral45. Al mismo tiempo que se dedicaron artículos diferentes a la educación de los niños y de las niñas46 donde se insistía reiteradamente en la idea de que eran las madres las que tenían la función de educar47.

El mayor peso temático recayó sobre las recomendaciones destinadas a mejorar la salud y la supervivencia de los niños. Instrucciones sobre la estrecha relación existente entre alimentación e higiene con las enfermedades infantiles48. Una parte importante de ellas se dirigen a criticar las prácticas basadas en la superstición, especialmente el mal de ojo49, tratando de desmontar dicha creencia y llamando la atención sobre el hecho de que era la mujer, nunca el hombre, quien concebía, sostenía y trasmitía dicho mito al ser ellas las que interpretaban las miradas y las que aparecían como valedoras de sus hijos ante las miradas ofensivas. Del mismo modo, cuestionaban los remedios de curanderos50 y desautorizaban las prácticas populares y tradicionales51 e incluso la capacidad de las madres para interpretar los síntomas de sus hijos52, defendiendo que el único capacitado para tratar a los niños de todas las edades era el médico53.

Para paliar dicho desconocimiento, trataban de ilustrar a los padres en el cuidado de sus hijos, publicando una serie de consejos dirigidos generalmente a las madres54, en ocasiones incluso se dice expresamente «[…] no deben olvidar las madres los siguientes consejos»55, o se señala expresamente en el título del artículo como si no fueran responsabilidad del padre tales preocupaciones. Similares características cumplía la sección denominada «Consejo mensual»56, publicada durante 1883 por el director de la revista, Manuel Tolosa Latour, aunque en numerosas ocasiones no aparecía firmada. En el caso de la sección «Los niños en la escuela», el objetivo eran los maestros a los que explicaban la sintomatología de las enfermedades infantiles más comunes para prevenir los contagios57. Estas secciones aparecen sustituidas en 1884 por la denominada «Preceptos higiénicos para la quincena»58.

Manuel Tolosa Latour no olvidó prestar atención en su publicación a las instituciones dedicadas a asistir a aquellos que, entre los más desfavorecidos, precisaron de cuidados especiales, ocupándose del estado de los hospitales y los hospicios, como en el caso de la «Casa de la Misericordia» de Málaga. Hizo pública la pésima situación en la que vivían sus hospicianos quienes dormían sobre jergones de paja podrida; les faltaba calzado, ropa y medicinas; sufrían sarna, clorosis, anemia, oftalmías y otros trastornos graves, estado del que responsabilizaba a los equipos de gestión por el mal uso que estaban haciendo de los recursos y debido a ello solicitaba la renovación de la plantilla. Su crítica provocó que salieran a concurso público los servicios del hospicio, pero Manuel Tolosa Latour no parecía confiar demasiado en los resultados; del mismo modo, dio cuenta del estado de indisciplina que reinaba en el hospicio de Madrid para el que solicitaba una intervención similar59.

Tampoco faltaron reflexiones en torno a las inclusas que acogían a los niños expósitos, o entregados por sus padres o las autoridades60, en las que preocupaba especialmente la mortalidad61. Del mismo modo prestaron atención a aquellos que nacían y crecían en las prisiones, eran los considerados «hijos del camino» de padre desconocido que venían al mundo en el penal y permanecían en él hasta más de diez años, como en el caso del presidio de Alcalá que albergaba a unas 1 000 reclusas de delitos graves62.

El tratamiento sobre los hospitales que se realiza en La Madre y el Niño pone en valor el esfuerzo del Estado por mejorar la salud infantil y reducir los índices de mortalidad, lo cual desembocó en el nacimiento de la pediatría como especialidad. En esa línea, la revista analiza el proceso de apertura del Hospital Niño Jesús63, así como las preocupaciones derivadas de la escasez de espacio para las hospitalizaciones. Del mismo modo se presenta la idea de los hospitales marinos64, cuya defensa por parte de Manuel Tolosa Latour ya fue comentada, y la preocupación por las necesidades de los niños con capacidades diferentes, tanto físicas como intelectuales, que precisaban de asilos especiales a los que denomina «hospicios para imposibilitados», para los que sirven de modelo los centros del extranjero65.

Toda esta labor de visibilidad de los problemas referidos sirvió para ejercer presión sobre el Estado con el fin de que desarrollara una legislación infantil protectora.

La influencia de Manuel Tolosa Latour en los inicios de la protección infantil en España

Los reformadores sociales justificaron la necesidad de regular el trabajo infantil por las consecuencias físicas y sanitarias ligadas a él, pero también por morales que este tenía sobre la infancia. A imagen de lo legislado en otros países europeos, el 24 de julio de 1873 se aprobó la primera ley española reguladora del trabajo infantil que fijaba su jornada máxima y establecía la edad mínima para empezar a trabajar66. La conocida como Ley Benot se completó con la promulgada el 28 de julio de 187867 sobre los trabajos peligrosos de los menores de 16 años en los espectáculos públicos. Frente a dicha práctica, frecuente en la época, tanto entre los menores a cargo de sus padres como entre los tutelado en asilos, Manuel Tolosa Latour alertaba en las páginas de La Madre y el Niño, en 1883, sobre los perjuicios que causaba en la educación de los chicos así como los riesgos de enfermedad y muerte a los que los enfrentaba68.

La Ley de 1878 incluía también la prohibición de dedicar a los menores a la mendicidad o de entregarlos a otras personas para su explotación como mendigos69, pudiendo resultar los padres que lo permitiesen privados de la patria potestad, y quienes los incitaran a hacerlo o a practicar la vagancia o a la mendicidad ser castigados con prisión. Como puede verse, esta ley, además de promover el intervencionismo estatal en materia de trabajo infantil, planteaba la posible injerencia del Estado en la autoridad paterna, cuestionando la idea de que los padres tenían un control ilimitado sobre la vida de sus hijos.

Para proteger a los menores de los abusos y malos tratos infligidos por sus progenitores, reformadores y juristas venían proponiendo una reforma del código civil y del penal que delimitase con claridad los casos en los que se podía privarlos de la patria potestad70. Sin embargo, las iniciativas resultaron infructuosas al legitimar el Código Civil de 1889 el modelo patriarcal, por el que tanto la madre como los hijos quedaban sometidos a la autoridad paterna, mientras que los artículos 169 a 171 no determinaban los delitos por los cuales debía aplicarse dicha pena71.

Manuel Tolosa Latour no fue ajeno a esta preocupación y condenó la explotación, la situación de marginalidad y la indefensión que sufrían niños abandonados o expuestos a ejercer la mendicidad72, a sufrir abusos sexuales73, a caer en las redes de tráfico infantil74, o a delinquir. El director de La Madre y el Niño propone conocer las causas de los abandonos y explotaciones para tratar de evitarlos, que no se condene a ningún adolescente sin analizar el medio en que vivió y sin darle los medios de redimirse por el trabajo75; plantea el dilema de si el niño, culpable o simplemente mendigo, después de cumplida su reclusión debía volver al seno de una familia causante de su situación. Desde las páginas de la revista se abogó continuamente por la creación de establecimientos de beneficencia adecuados que acogieran a los niños, preferiblemente financiados por el Estado, en lugar de depender de los Ayuntamientos, Diputaciones o de la caridad privada; así como por la aprobación de una legislación protectora de la infancia. Esta normativa se retrasó hasta la aprobación de la Ley de Mendicidad y de los Tribunales de Menores76, encargados de juzgar todos los delitos que cometieran o sufrieran los niños. Hasta su creación, el menor estuvo sujeto al derecho penal y generalmente sometido al régimen carcelario común contra el que se alzaron voces tan autorizadas como la de Concepción Arenal. Sin embargo, pese a los esfuerzos realizados, el tratamiento de los menores excluidos siguió por la doble vía, la del hospicio para los huérfanos, vagos y vagabundos y la de la cárcel para los infractores de la ley penal77.

La Ley de Mendicidad78 posibilitó la creación de las escuelas-asilos en Madrid cuyo antecedente encontramos en la Sociedad Protectora de Niños, en la que Manuel Tolosa Latour desempeñó diferentes cargos, surgida para luchar contra el abandono, la miseria, los malos tratos y los ejemplos de inmoralidad hacia los menores, ofreciéndoles acogida, alimentación, y educación. Sin embargo, dicha ley, que pretendía proteger a los niños de los abusos de padres o tutores, no prohibió la mendicidad, pese de los intensos debates parlamentarios que se produjeron, y, aunque responsabilizaba a los padres del comportamiento de sus hijos penalizándolos, se decantó por la inhabilitación y no por la pérdida de la patria potestad, al contrario que la ley francesa de 1889, en la que se inspiraba.

El doctor Tolosa Latour ya se había posicionado sobre este tema en uno de sus libros79, en el que denunciaba que la patria potestad «amparaba las sevicias, explotaciones y abandonos de […] los hijos induciéndoles a la vagancia y el crimen» y reclamaba la reforma del código civil, cuestión sobre la que volvería en 1912, cuando se estaba estudiando en España la manera de implantar los tribunales tutelares de menores, alertando incluso de que, en caso de que los tribunales suspendieran la patria potestad a los padres, el código no aclaraba qué se haría con los niños, ni quién ejercería la tutela. A pesar de sus reclamaciones no se materializaría la ansiada reforma.

El panorama descrito permite concluir que el Estado legisló sobre los abusos a menores que no suponían una intervención directa en el hogar, caso de la mendicidad, el trabajo o la delincuencia infantil, pero no lo hizo en lo relativo al maltrato dentro del domicilio familiar donde no cuestionó ni el modelo de familia tradicional ni el patriarcado. Además de esto, cabe resaltar también que las denuncias sobre los malos tratos paternofiliales se circunscribieron a las clases populares, mostrando tal actitud unos evidentes prejuicios de clase.

Finalmente, en 1904 se aprobó una ley integral, la Ley General de Protección a la Infancia, a iniciativa de Manuel Tolosa Latour que desde su puesto en la Sociedad Española de Higiene había elaborado las bases de una potencial norma para la infancia que fue debatida y aprobada por dicha sociedad en 1902 y posteriormente llevada y aprobada en las Cortes como la primera Ley de Protección a la Infancia en España.

Inspirada en la Ley francesa de 1874, Ley Roussel, la Ley de 1904 proponía todo un servicio protector e inspector de carácter higienista y sanitario organizado en un Consejo Superior de Protección a la Infancia y en unas Juntas provinciales y Locales, obra de Manuel Tolosa Latour. Dicha ley se completó con la publicación, en enero de 1908, de un reglamento que ampliaba el concepto de protección a la infancia, concretaba la atención a las embarazadas, organizaba la inspección de los centros que acogían niños, denunciaba y perseguía la explotación infantil y los delitos contra menores y ofrecía amparo a los niños abandonados y a los entonces llamados anormales80, etc. Surgía así un organismo estatal que daba respuesta a la tutela tanto física como moral del menor.

En apenas un mes, el Consejo Superior ampliaba sus funciones, asumiendo todas aquellas relativas al control de la mendicidad callejera, pasando a denominarse de Protección a la Infancia y Represión de Mendicidad81, y a disponer de una dotación económica procedente de un impuesto sobre las entradas y localidades de los espectáculos públicos creado por la Ley de Presupuestos Generales del Estado82, ejerciendo Manuel Tolosa como secretario de dicho Consejo varios años, durante los que puso en marcha la revista Pro Infantia83.

La aprobación de esta Ley y su Reglamento representó el paso de la mentalidad asistencial tradicional basada en la caridad, a una concepción moderna fundamentada en la previsión y en los servicios sociales, modificando el papel del Estado respecto a los necesitados pese a las resistencias de muchos parlamentarios. A pesar de la escasa efectividad que tuvo a corto plazo la legislación aprobada fue cambiando la sensibilidad y la protección respecto a la infancia hasta desembocar en el reconocimiento de los derechos del niño ya entrado el siglo 20.

Conclusiones finales

Ponemos en valor, en este trabajo, el importante papel de higienistas y reformadores en la protección de la infancia como paso previo al reconocimiento de los derechos del niño, destacando especialmente la figura de Manuel Tolosa Latour, reputado médico infantil que participó en todos los debates y reflexionó sobre todos los temas de la época relativos a la infancia. Destacó en la socialización del cuidado de los niños tanto para padres y madres, como para maestros, tratando de desterrar el recurso a la superstición y a los remedios tradicionales, frente a los que propuso alternativas como la medicalización de la infancia, novedosas terapias para los afectados por patologías graves y la creación de centros e instituciones tanto de acogida como de atención sanitaria; además de influir en la legislación de la época, impulsando el desarrollo de la Pediatría y utilizando como instrumento para difundir sus ideas, entre otras plataformas, las páginas de la revista La Madre y el Niño, pionera en la popularización de los temas relativos a la protección de la infancia en sus más variadas perspectivas que apenas ha llamado la atención de estudiosos e investigadores.

La revista en la que colaboraron los más destacados médicos infantiles y relevantes intelectuales del momento constituyó una destacada herramienta para visibilizar los problemas de los niños, denunciar las carencias en la asistencia, proponer soluciones alternativas y reivindicar una legislación protectora. Esta llegó con retraso respecto a otros países europeos y contó con una limitada o nula repercusión social en el caso de las leyes que regulaban el trabajo infantil debido a que este era tan necesario para las economías familiares como para las fabriles, y estaba reforzado por el discurso de los sectores inmovilistas que alertaban de que, si el niño no estaba «recogido» en la fábrica pasaría a vagar por las calles y desembocar en la delincuencia. Tampoco se aceptaba bien por la población que una familia no pudiera pedir libremente en la calle, ni que fuera cuestionado el modelo de familia tradicional. Sin embargo, dicha legislación significó un avance en la protección a la infancia y el inicio del intervencionismo estatal como regulador de las actividades sociales, económicas y como protector de los más débiles, rompiendo la tendencia abstencionista que hasta entonces había mantenido.

El carácter progresista y avanzado de Manuel Tolosa Latour en cuanto a la protección de la infancia no se reflejó en su visión sobre el papel de la mujer en la familia, en el que destacaba su labor de madre principalmente, una postura que prevaleció en la mayor parte de los colaboradores de la revista La Madre y el Niño, salvo honrosas excepciones.

  • 1 Por razones de legibilidad y adecuación a todos los públicos, la edotorial ha optado por escribir los números superiores a 10 en números arábigos, incluidos los siglos.
  • 2Demause Lloyd, Historia de la Infancia, Madrid, Alianza,1982. Ariès Philippe, El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, Madrid, Taurus,1987. Delgado Buenaventura, Historia de la infancia, Barcelona, Ariel, 1998.
  • 3 Cajón de sastre que recoge Concepción Arenal en la revista La Madre y el Niño. Arenal Concepción, «Los chicos de la calle», La Madre y el Niño, Extraordinario, 1883, p. 6-7.
  • 4Cunningham Hugh, Los hijos de los pobres. La imagen de la infancia desde el siglo XVII [en línea], 1999. Disponible en: http://www.iin.oea.org/Cursos_a_distancia/Los_ hijos_de_los_pobres.pdf.
  • 5Santos Sacristán Marta, Los inicios de la protección a la infancia en España (1873-1918) [en línea]. Disponible en: https://www.aehe.es/wp-content/uploads/2008/09/Los-inicios-de-la-proteccion-infancia.pdf.
  • 6Ibid.
  • 7 Problemas compartidos con el vecino Portugal. Véase Lopes María Antonia, «Nacer y sobrevivir: la peligrosa infancia en Portugal durante los siglos XVIII-XIX», en Nuñez Roldán Francisco (ed.), La infancia en España y Portugal. Siglos XVI-XIX, Madrid, Silex, 2010.
  • 8Rodríguez Pérez Juan Félix, «Manuel Tolosa Latour (1857-1919) y Elisa Mendoza Tenorio (1856-1929): Precursores de la protección a la infancia en España», El Futuro del Pasado, 5, 2014, p. 355-378.
  • 9Tolosa Latour Manuel, «El Congreso Protector de la Infancia. Informe sobre los hospitales de niños», La Madre y el Niño, 8, 1883, p. 126.
  • 10Jiménez Rubio Clara y Ollero José Manuel, «El Hospital del Niño Jesús de Madrid: 125 años de historia», El Ateneo, 12-13, 2003, p. 20-34.
  • 11Real Academia Nacional De Medicina, Manuel Tolosa Latour. Disponible en: http://www.ranm.es/academicos/academicos-de-numero-anteriores/807-1900-tolo-sa-y-latour-manuel.html.
  • 12Rodríguez Pérez Juan Félix y Olmos Centenera Óscar, «La Sociedad Protectora de los Niños: 130 años protegiendo a la infancia (1878-2008)», en Berruezo Albéniz María Reyes y Conejero López Susana, El largo camino hacia una educación inclusiva: la educación especial y social del siglo XIX a nuestros días, Universidad Pública de Navarra, Pamplona, 2009, p. 525-536. Rodríguez Pérez José Félix, Fundación Sociedad Protectora de los Niños. Una institución pionera en la protección de la infancia, Madrid, Punto rojo, 2015.
  • 13Rodríguez Ocaña Esteban, «La infancia entre la vida y la muerte: una medicina para la infancia», en Borrás Llop José María, Historia de la infancia en la España contemporánea, 1834-1936, Madrid, Ministerio de Trabajo e inmigración, 1996, p. 149-192.
  • 14Tolosa Latour Manuel, Sanatorios marítimos y sanatorios de altura para niños, Madrid, Est. Tip. de Valentín Tordesillas, 1909, p. 15.
  • 15 Pueden verse las conclusiones en Fernández Soria Juan Manuel y Mayordomo Pérez Alejandro, «Perspectiva histórica de la protección a la infancia en España», Historia de la educación, 3, 1984, p. 191-214.
  • 16 Véanse los objetivos y el programa en Arenal Concepción, «Congreso Internacional para la Protección de la Infancia», La Madre y el Niño, 5, 1883, p. 76-77. Puede leerse el discurso pronunciado por Latour en Tolosa Latour Manuel, «El Congreso Protector de la Infancia. Informe sobre los hospitales de niños», La Madre y el Niño, 7, 1883, p. 110-111; 8, 1883, p. 125-126.
  • 17La protección médica al niño desvalido (1881), Organización de los hospitales de niños (1883), Higiene del trabajo en la segunda infancia (1887), Niñerías (1889), Medicina e higiene de los niños (1893), Hombradas (1901), Los sanatorios marítimos y el sanatorio de Santa Clara en Chipiona (Cádiz) (1904), Olas y brisas (1908), Sanatorios marítimos y sanatorios de altura para niños (1909).
  • 18Rodríguez Ocaña Esteban, «La infancia entre la vida y la muerte...», art. cit., p. 149-192.
  • 19San Frutos Barruz Sofía, Historia de la Farmacia en el siglo XIX: Análisis de La Madre y el Niño, Trabajo Fin de Grado, Universidad Complutense de Madrid, 2019.
  • 20 «Prospecto» «Condiciones de Publicación», 18, 1884, p. 149-150.
  • 21 En el primer número, el correspondiente al mes de enero de 1883, la portada ocupaba la página completa e incluía un grabado de una mujer amamantando a un niño; mientras que en los restantes números la imagen de portada se centraba en el encabezado de la página e incluía motivos alegóricos de animales y plantas interpretables, en función del título de la revista, como un nido en el que los pajarillos eran alimentados por su madre y un rosal florecido. Obra de D. José Ruidavets. El Doctor Fausto, «Revista general», La Madre y el Niño, 2, 1883, p. 19.
  • 22Real Academia De La Historia, «Mariano Benavente González». Disponible en: https://dbe.rah.es/biografias/8356/mariano-benavente-gonzalez.
  • 23Real Academia Nacional De Medicina De España, «Francisco Alonso y Rubio». Disponible en: https://www.ranm.es/academicos/academicos-de-numero-anteriores/811-1861-alonso-y-rubio-francisco.html.
  • 24 «Revista general». A modo de editorial, redactada por Manuel Tolosa Latour, habitualmente firmada con los seudónimos de «El Director» o «Doctor Fausto», salvo cuando se encontraba fuera de España; «Errores populares», sección en la que se denunciaban falsas creencias sobre los cuidados infantiles; «Preceptos de la ciencia», que incluía consejos sobre educación y salud dirigidos a los padres, a partir del número correspondiente al mes de junio, se crea una sección nueva denominada «Los niños en la escuela» que incorporaba consejos dirigidos a los profesores de las escuelas; «Junto a la cuna», sección literaria a cargo de destacadas figuras del momento de este ámbito con el niño como protagonista; «Cuadros reales», relato de situaciones relacionadas con el niño y la madre, que insertaba una moraleja o una crítica social. «Beneficencia», sección dedicada a las noticias y novedades de hospicios y hospitales. «Pensamientos y frases», que contenía refranes o mensajes de autores relevantes o poemas breves. «Dichos y hechos»: comentarios sobre noticias de actualidad y novedades culturales, lecturas recomendadas sobre la temática abordados por la revista. Ejemplares de la revista disponibles en la Hemeroteca Nacional. Disponible en: http://hemerotecadigital.bne.es/details.vm?q=id:0003741911&lang=es.
  • 25Arenal Concepción, «La mujer de su casa», La Madre y el Niño, 7, 1883, p. 98-99; 8, 1883, p. 116-118.
  • 26Pí y Margall Francisco, «Destino de la mujer, La Madre y el Niño, 5, 1883, p. 3-4. Dr. Encinas, «La maternidad», Extraordinario, 1883, p. 4. La Redacción, «Elisa Curado», 5, 1884, p. 41.
  • 27 El Dr. Fausto, «Martina Castells», La Madre y el Niño, 3, 1884, p. 22.
  • 28Feduchi De Ruiz Ángeles, «A las madres», La Madre y el Niño, 9, 1884, p. 75.
  • 29Ossorio Bernard Manuel, «Las precocidades», La Madre y el Niño, 10, 1883, p. 148-149.
  • 30Martínez Saldise Manuel, «La primera educación», La Madre y el Niño, 6, 1884, p. 49.
  • 31De Letamendi José, «La herencia de un buen padre», La Madre y el Niño, 4, 1883, p. 55-56. Martínez Molina Rafael, «La misión de la mujer», La Madre y el Niño, 4, 1883, p. 55.
  • 32Marco Luis, «Nodriza y niñera», La Madre y el Niño, 12, 1883, p. 178-179. Pulido Ángel, «La lactancia mercenaria», La Madre y el Niño, 3, 1883, p. 37-38. Gounod Carlos, «La lactancia música», La Madre y el Niño, 11, 1984, p. 86-88. El Doctor Fausto, «Revista General», 9, 1884, p. 69.
  • 33Pulido Ángel, «La lactancia mercenaria», art. cit., p. 37-38. Ortega Munilla José, «La nodriza-ogro», La Madre y el Niño, 9, 1883, p. 140-141. Benavente Mariano, «La inedia de los niños», La Madre y el Niño, 7, 1884, p. 54. Guerro Teodoro, «enemigos íntimos», La Madre y el Niño, 10, 1884, p. 79-80; 11, 1984, p. 88-89.
  • 34Marbeau Eugenio, «Las casas-cunas en España», La Madre y el Niño, 8, 1883, p. 121. «Las casas-cuna en España», 17, 1884, p. 137-138. Caradec Th., «La cuestión de las casas-cunas en Francia», La Madre y el Niño, 15, 1884, p. 119-120. Tolosa Latour Rafael, «Los niños sin familia conclusiones de un informe de la Sra. Bovell-Sturge. Doctor en Medicina», La Madre y el Niño, 16, 1884, p. 127-128.
  • 35 «Una buena obra», La Madre y el Niño, 15, 1884, p. 120-121.
  • 36Pulido Ángel, «La lactancia mercenaria», art. cit., p. 37-38.
  • 37 «Dichos y hechos», La Madre y el Niño, 9, 1883, p. 144.
  • 38 «Dichos y hechos» La Madre y el Niño, 8, 1883, p. 127.
  • 39Vega-Rey Luis, «Los niños en los talleres», La Madre y el Niño, 13, 1884, p. 104-105.
  • 40Viñao Frago Antonio, «Tiempos Familiares, Tiempos Escolares (Trabajo Infantil y Asistencia Escolar en España durante la segunda mitad del Siglo XIX y el primer tercio del XX)», História da Educação, 17, 2005, p. 33-50.
  • 41Letamen José, «La herencia de un buen padre», La Madre y el Niño, 4, 1883, p. 55-56. Alonso Martínez Manuel, «El derecho a la educación», La Madre y el Niño, 10, 1883, p. 149-151.
  • 42 Emilia Pardo Bazán de forma novelada y con un tono instructor trata de transmitir la obligación de los padres de educar a los hijos para su desarrollo personal y profesional en la vida pública. Pardo Bazan Emilia, «El príncipe amado», La Madre y el Niño, 3, 1884, p. 25-27; 5, 1884, p. 42-43; 7, 1884, p. 57-59.
  • 43 «Revista general», La Madre y el Niño, 9, 1883, p. 129-130. Marín Perujo Arsenio, «El miedo en los niños», La Madre y el Niño, 9, 1883, p. 131-132. Marín Perujo Arsenio, «Los niños en la ciudad y en el campo», La Madre y el Niño, 3, 1883, p. 38-40.
  • 44Marín Perujo Arsenio, «Los juguetes», La Madre y el Niño, 16, 1883, p. 126-127.
  • 45Vega-Rey Luis, «La educación moral de la infancia», La Madre y el Niño, 4, 1883, p. 71-72.
  • 46Rodríguez RUBÍ Ángel, «Como se educan las niñas», La Madre y el Niño, 1, 1883, p. 7-8. Dr. Martínez Molina, «La educación del niño», La Madre y el Niño, 1, 1883, p. 8-9.
  • 47MarínPerujo Arsenio, «Una madre como hay muchas», La Madre y el Niño, 17, 1884, p. 139-140.
  • 48Terrero Antonio, «Los niños encanijados», La Madre y el Niño, 6, 1883, p. 85. «La gula en los niños», La Madre y el Niño, 11, 1883, p. 162-163.
  • 49El Autor, «Carta a una contemporánea», La Madre y el Niño, 1, 1883, p. 4. Benavente González Mariano, «Teta y Gloria», La Madre y el Niño, 1, 1883, p. 2-4. Dr. Rodríguez Pinilla, «Mal de ojo», La Madre y el Niño, 2, 1883, p. 19-20. Benavente Mariano, «Mal de ojo. Contestación a la carta del doctor Rodríguez», La Madre y el Niño, 3, 1883, p. 35-37. Dr. Rodríguez Pinilla, «Dos palabras más sobre el mal de ojo. La contestación del Dr. Benavente no me ha satisfecho», La Madre y el Niño, 4, 1883, p. 52-53. Benavente González Mariano, «Debate sobre el origen de la creencia. El mal de ojo y la tía Juana», La Madre y el Niño, 5, 1883, p. 69-70. Jove Eladio G., «El alicornio», La Madre y el Niño, 8, 1884, p. 62-63.
  • 50Cosano José, «El intrusismo», La Madre y el Niño, 10, 1883, p. 147-148. Cosano José, «Los curanderos», La Madre y el Niño, 9, 1848, p. 70-71.
  • 51Larra Cerezo Ángel, «Los espartanos del siglo XIX», La Madre y el Niño, 6, 1883, p. 83-85.
  • 52Pereiro Pullse Eduardo, «La medicina doméstica», La Madre y el Niño, 4, 1883, p. 53-54.
  • 53Cosano José, «Un puñado de errores», La Madre y el Niño, 8, 1883, p. 115-116.
  • 54 Recomendando a las lactantes que comieran bien, incluso en Cuaresma, por la repercusión que su alimentación tendría en la salud de niño, o informaba sobre los cuidados que requería determinadas afecciones. Anuella Modesto, «Tiñas», La Madre y el Niño, 11, 1883, p. 166-167. «Cuidados al recién nacido», La Madre y el Niño, 4, 1884, p. 57-58. Dr. Benavente, «La preservación del garrotillo», La Madre y el Niño, 5, 1883, p. 4. Dr. Pérez Ortíz, «Erupciones cutáneas de la primera infancia», La Madre y el Niño, 6, 1884, p. 47-48. Dr. Pérez Ortíz, «Erupciones cutáneas de la primera infancia», La Madre y el Niño, 8, 1884, p. 63-64. «La tosferina. Consejos a las madres», La Madre y el Niño, 14, 1884, p. 110-112. Dr. Tolosa Latour, «Las madres ante el cólera», La Madre y el Niño, 15, 1884, p. 120. Dr. Tolosa Latour, «La difteria». La Madre y el Niño, 16, 1884, p. 128-129. Dr. Caradec, «Cómo se prevé la meningitis», La Madre y el Niño, 17, 1884, p. 134-135. Dr. Benavente Mariano, «Causas predisponentes y medios de evitar la tisis», La Madre y el Niño, 18, 1884, p. 141-142. Dr. Del Castillo Rodolfo, «Oftalmía purulenta de los recién nacidos», La Madre y el Niño, 18, 1884, p. 143-145.
  • 55 «Preceptos de la ciencia. El invierno y los niños», La Madre y el Niño, 17, 1884, p. 135.
  • 56 En ellos se ofrecen recomendaciones higiénicas, alimentarias y de abrigo para evitar trastornos gastrointestinales, resfriados, etc., conforme a la época del año: «El mes de Marzo», La Madre y el Niño, 3, 1883, p. 37. «El mes de abril», La Madre y el Niño, 4, 1883, p. 55. «El mes de Mayo», La Madre y el Niño, 5, 1883, p. 70. «El mes de Junio», La Madre y el Niño, 6, 1883, p. 86. «El mes de julio», La Madre y el Niño, 7, 1883, p. 100. «El mes de agosto», La Madre y el Niño, 8, 1883, p. 118. «El mes de septiembre», La Madre y el Niño, 9, 1883, p. 132. «El mes de octubre», La Madre y el Niño, 10, 1883, p. 149. «El mes de noviembre», La Madre y el Niño, 11, 1883, p. 164. «El mes de diciembre», La Madre y el Niño, 12, 1883, p. 179.
  • 57Anuella Modesto, «Los niños en la escuela las enfermedades contagiosas y sus síntomas», La Madre y el Niño, 9, 1883, p. 133; 10, 1883, p. 151; 11, 1883, p. 166-167; 12, 1883, p. 180.
  • 58 «Preceptos higiénicos para la quincena», La Madre y el Niño, 3, 1884), p. 24; 4, 1884, p. 33; 5, 1884, p. 42; 6, 1884, p. 50; 7, 1884, p. 55; 8, 1884, p. 63; 9, 1884, p. 71-72; 10, 1884, p. 81; 11, 1884, p. 88; 12, 1884, p. 95; 13, 1884, p. 102; 14, 1884, p. 110.
  • 59Tolosa Latour Manuel, «Cartas a un diputado provincial sobre el hospicio y los hospicianos», La Madre y el Niño, 3, 1883, p. 45-46; 4, 1883, p. 59-60; 5, 1883, p. 77-78; 6, 1883, p. 91-93; 8, 1883, p. 124-125. «El hospicio de Madrid», La Madre y el Niño, 16, 1884, p. 129.
  • 60 Algunos de ellos son referencias literarias, poemas dedicados a estos grupos más marginales. Eusebio Blasco, «Ante la inclusa», La Madre y el Niño, 3, 1883, p. 46.
  • 61Benavente Mariano, «La mortalidad en la Inclusa», La Madre y el Niño, 7, 1883, p. 101-102.
  • 62Fernanflor, «Los hijos del camino», La Madre y el Niño, 14, 1884, p. 113.
  • 63Jiménez Rubio Clara y Ollero José Manuel, «El Hospital del Niño Jesús …», art. cit., p. 20-34. Guerol Antonio, «El hospital del Niño Jesús», La Madre y el Niño, 4, 1883, p. 60-61. Benavente Mariano, «Origen e importancia del hospital del Niño Jesús», La Madre y el Niño, 10, 1883, p. 158-160.
  • 64Tolosa Latour Manuel, «Los hospicios marinos en España», La Madre y el Niño, 2, 1883, p. 25-27; Dr. Torres y Martínez, «Los hospicios marinos en España», La Madre y el Niño, 3, 1883, p. 42-44. La Redacción, «Los proyectos eternos», La Madre y el Niño, 11, 1883, p. 167-168.
  • 65 «El nuevo edificio del instituto de raquíticos en Milán», La Madre y el Niño, 6, 1884, p. 48.
  • 66 Dicha edad fue modificada por la ley sobre las condiciones de trabajo de mujeres y niños de 1900 que prohibía el trabajo a los menores de diez años, aunque estipulaba que a los niños y niñas que supieran leer y escribir se les admitiría en el trabajo un año antes de la edad establecida; así mismo regulaba las horas y las condiciones laborales de los comprendidos entre los diez y los 14 años. Franjas de edad que se fueron modificando en los años siguientes. Fernández Soria Juan Manuel y Mayordomo Pérez Alejandro, «Perspectiva histórica …», art. cit., p. 191-214.
  • 67 Ver lo más destacado del articulado en «Las leyes protectoras», La Madre y el Niño, 3, 1883, p. 46.
  • 68Tolosa Latour Manuel, «Revista General», 2, 1883, p. 18-19.
  • 69Espuny I Tomás M. Jesús, «Mendicidad infantil: Ley sobre mendicidad y vagancia de los menores de diez y seis años de 23 de julio de 1903» [en línea], Iuslabor, 4, 2005. Disponible en: https://www.upf.edu/documents/3885005/3888714/EspunyTomasMedicidadInfantil.pdf/a396b267-3430-4d31-9d5d-efc76f294b8f.
  • 70Santos Sacristán Marta, «Los malos tratos a la infancia: juristas reformadores y el debate sobre la patria potestad en el Código Civil español (1889-1936)», Cuadernos de Historia Contemporánea, 24, 2002, p. 209-232.
  • 71 Real Decreto de 24 de julio de 1889 por el que se publica el Código Civil. BOE-A-1889-4763. Disponible en: https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-1889-4763.
  • 72Tolosa Latour Manuel, «Revista general» La Madre y el Niño, 4, 1883, p. 50. Colorado Vicente, «¡Por el amor de Dios!», La Madre y el Niño, 11, 1883, p. 169-171. Vega-Rey Luis, «Los niños abandonados», La Madre y el Niño, 11, 1883, p. 164-165.
  • 73 «Dichos y hechos», La Madre y el Niño, 14, 1884, p. 116.
  • 74Tolosa Latour Manuel, «Revista General», La Madre y el Niño, 5, 1883, p. 65.
  • 75Tolosa Latour Manuel, «Protección a los niños», La Madre y el Niño, 12, 1984, p. 93-94.
  • 76Dávila Balsera Paulí, Uribe-Etxeberria Arantxa y Zabaleta Imaz Flores Iñaki, «La protección infantil y los tribunales tutelares de menores en el País Vasco», en Dávila Balsera Paulí (coord.), Enseñanza y educación en el País Vasco contemporáneo, Navarra, Erein, 2003, p. 161-184.
  • 77Fernández Soria Juan Manuel y Mayordomo Pérez Alejandro, «Perspectiva histórica …», art. cit., p. 191-214.
  • 78Santos Sacristán Marta, «Una aproximación a la Ley de Mendicidad de 1903», Revista de la Inquisición (Intolerancia y Derechos Humanos), 16, 2012, p. 227-260.
  • 79Tolosa Latour Manuel, El problema infantil y la legislación, 1900.
  • 80Fernández Soria Juan Manuel y Mayordomo Pérez Alejandro, «Perspectiva histórica …», art. cit., p. 191-214.
  • 81Lluís Barona Josep, «El Consejo Superior de Protección a la Infancia y Represión de la Mendicidad (1904-1914) Su ideología sanitaria», en Perdiguero Gil Enrique (comp.), Salvad al niño: estudios sobre la protección de la infancia en la Europa mediterránea a comienzos del siglo XX, Valencia, Seminari d'Estudis sobre la Ciència, 2004, p. 121-153.
  • 82Santos Sacristán Marta, Los inicios de la protección a la infancia en España…, op. cit.
  • 83Ballester Añón Rosa, «Tolosa Latour, Manuel», Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2009, tomo XLVII, p. 1050-1053.