Esta obra colectiva, que consta de 23 artículos, reúne las aportaciones presentadas en el coloquio internacional La infancia desarraigada en tierras hispanohablantes,que tuvo lugar en la Universidad de Lorraine (Université de Lorraine) en marzo de 2022.
Se enmarca en una serie de proyectos en torno al tema «familia y sociedad en el mundo hispanohablante» que moviliza a los investigadores docentes hispanistas del grupo de investigación LIS (Littératures, Imaginaire, Sociétés, UR 7305) y Crulh (Centre de recherche universitaire lorrain d’histoire, UR 3945) de la Universidad de Lorraine, en relación con la Universidad de Valladolid y el proyecto del Ministerio de Ciencia e Innovación español «Mujeres, familia y sociedad. La construcción de la Historia Social desde la cultura jurídica, Ss. XVI-XX» dirigido por Margarita Torremocha Hernández. Además de Valladolid, el proyecto moviliza a investigadores de las universidades de Málaga, León, Zaragoza, Salamanca, entre otras.
Las reflexiones ya entabladas en el marco de esa colaboración dieron lugar a varios encuentros y producciones científicas: el coloquio internacional Desviaciones femeninas en la familia hispanohablante (noviembre de 2019), que constituyó un análisis pluridisciplinar (histórico y cultural) de la posición y del destino de las mujeres en el cuerpo social, dependiendo de si encarnan o transgreden el modelo familiar tradicional; y el coloquio internacional Mujer e identidad en tierras hispanohablantes: historia y civilización (abril de 2021), que permitió explorar la construcción social de la «identidad femenina» a lo largo de la historia de España y América latina, analizando el diálogo entre identidad personal e identidad colectiva de las mujeres, para cada instancia de socialización y en función de las modalidades de su pertenencia a un grupo (familia, mundo laboral, comunidad religiosa, justicia, monarquía, activismo político y educación).
Para prolongar las reflexiones sobre la familia, unidad básica de la sociedad, hemos querido extender nuestras investigaciones a otro miembro muy vulnerable de la estructura familiar, el niño, eligiendo más particularmente el enfoque temático del «desarraigo» para analizar la posición del niño en la sociedad. Se ha privilegiado la dinámica pluridisciplinar para no limitarse a enfoques por especialidad o por área geográfica. Se ha tratado más bien, con una perspectiva diacrónica que va de la época moderna al siglo 211, de comprender la evolución del destino del niño desarraigado a través de la Historia de España y de América latina, y de analizar también cómo la literatura y las artes abordan esa problemática.
«Desarraigar» significa «separar a alguien del lugar o medio donde se ha criado, o cortar los vínculos afectivos que tiene con ellos». Esta obra colectiva pretende interrogar la noción de desarraigo en sus dos acepciones, abordando no solo la ruptura o alteración del vínculo familiar por razones sociales o económicas (abandono infantil, filiación desconocida, huérfanos…), sino también el desarraigo del niño debido a la separación física de un territorio (exilio por razones políticas o económicas). Esa doble lectura permitirá establecer vínculos (tan conceptuales como contextuales) entre las situaciones de destierro o migración del niño y los casos de alteración de la filiación.
Los artículos contenidos en el presente volumen permitirán también cruzar las perspectivas analizando, por una parte, cómo reaccionan la sociedad y los adultos que la componen ante la extrema vulnerabilidad del niño desarraigado, y, por otra parte, cómo el niño desarraigado ve la sociedad y los adultos que supuestamente deben hacerse cargo de la vulnerabilidad de los más jóvenes.
El niño es, por esencia, un individuo en construcción, frágil, dependiente de los adultos. ¿Cómo esa vulnerabilidad constitutiva del niño se acentúa en situación de desarraigo? ¿Cómo el destino del niño desarraigado es evocado por los adultos (ya sea que se trate de miembros de la familia, concernidos por la ruptura o alteración del vínculo, o que se trate de otros actores de la sociedad, a nivel político o jurídico)? ¿En qué medida la visión que el adulto tiene del niño –visión que varía en función del medio sociocultural, del contexto histórico, de las normas y los valores de la sociedad considerada– determina el destino del niño desarraigado? ¿Cómo la evolución de los derechos del niño (de la ausencia de derechos al progresivo reconocimiento) influye en la problemática del desarraigo?
Para ese futuro adulto, que se estructura como individuo gracias a los referentes familiares, es central la cuestión de las raíces y del sentimiento de pertenencia, tanto desde el punto de vista de los orígenes y de la filiación, como del anclaje cultural. Por lo tanto, ¿cómo vive el niño la experiencia del desarraigo? ¿Qué decir de su construcción identitaria? ¿Cómo se redefinen, para él, los vínculos intergeneracionales, así como la relación con la tierra y la cultura de origen? Cuando se le da al niño la ocasión de expresarse sobre su situación de desarraigo y sobre la sociedad que lo rodea, ¿qué competencias cognitivas, sociales y afectivas manifiesta el niño desarraigado, más allá de sus capacidades relativas de discernimiento y autodefensa? ¿Cómo se expresa la voz de la inocencia ante la pérdida de puntos de referencia esenciales?
Los primeros artículos de este volumen dedicados a la época moderna permiten ver hasta qué punto la infancia corre peligro en ese período. Pero más allá del triste panorama ofrecido por las cifras del abandono infantil en los albores de la Modernidad, el estudio de la legislación evidencia la preocupación por la infancia desarraigada, mediante mecanismos e instituciones (hospicios, tornos, figuras como tutores, curadores y padres de huérfanos, pero también mandas y limosnas para el mantenimiento de estos niños o la conformación de sus dotes). La implementación de esa tarea de protección desarrollada por individuos u organismos genera diferentes tipos documentales que María Herranz Pinacho presenta en su artículo sobre las fuentes disponibles para el estudio la infancia desarraigada en la Castilla del siglo 16.
En su estudio de la actividad judicial relacionada con los menores en la Chancillería de Valladolid en el siglo 16, José Luis de las Heras Santos resalta la preocupación de la legislación por la necesidad de combatir los abusos contra los intereses de los huérfanos, de ahí la creación de figuras de tutelaje (tutores y curadores, sometidos a un marco legal muy estricto, que les exponía a reclamaciones judiciales espinosas) y la resolución de los conflictos en torno a transmisión de los patrimonios. Pero si los menores eran parte sensible que proteger, eran también víctimas de un sistema de protección que, aunque eficaz resultaba caro, y dejaba enemistados a los miembros de la familia.
Otro tipo de desarraigo familiar es evocado por Silvia de la Fuente Pablos en su aproximación a la realidad de aquellas niñas que en la Castilla moderna ingresaron en conventos en calidad de educandas, un destino que respondía a estrategias familiares basadas en el honor, dejando los afectos en un segundo plano. En efecto, aunque recibieron esas niñas el privilegio de una escrupulosa educación religiosa, experimentaban un indiscutible desarraigo familiar, ya que la vida en clausura les privaba del cariño de sus padres.
Cierta ambivalencia se observa también en las iniciativas que se desarrollaron en la ciudad-arsenal de Ferrol, en el siglo 18, para dar solución al problema de los niños en situación de marginalidad. Como subraya Alfredo Martín García en su artículo, las medidas tomadas por las autoridades combinaron mecanismos asistenciales de marcado cariz caritativo (torno, servicios médico-sanitarios, atención temporal a los hijos de enfermos o pacientes fallecidos) con otros mucho más utilitaristas y represivos (como las cuerdas de vagos) que además de evitar disturbios en el orden público, convertían a esos niños en mano de obra al servicio del Estado, en los astilleros, en el Ejército o en la Armada.
Si la ruptura del vínculo entre un niño y sus padres o su entorno familiar parece ponerlo en una situación de vulnerabilidad extrema, tampoco se puede olvidar que, dentro de la familia, el niño puede ser víctima de violencia. En su estudio de los malos tratos hacia los menores en la Castilla de finales de Antiguo Régimen, a través del análisis de los pleitos del archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Alberto Corada Alonso subraya que, salvo escándalo o desproporción, los casos de violencia intrafamiliar contra los niños se judicializaban con dificultad, porque, por una parte, las autoridades no solían intervenir en la privacidad de un hogar donde la autoridad era el pater familias, y por otra parte, se aceptaba la violencia como método de corrección. Y hasta en los casos muy graves que terminaban en la Chancillería, la información sobre la violencia sufrida por el niño aparece como difusa o secundaria, lo que supone cierta invisibilización de la infancia.
El trágico destino de los niños abandonados constituye la médula de los cuatro trabajos siguientes.
Máxima será la invisibilización en los casos de infanticidio, o de «infanticidio intentado» como el que interesa a Margarita Torremocha Hernández en su artículo. El término define un tipo de abandono infantil que consistía en dejar al recién nacido en una zona no transitada, donde era fácil que le encontrara la muerte. Aunque la pobreza y la pérdida del honor debida al embarazo puedan ser explicaciones, es difícil entender todas las razones de este tipo de delito. Pero sí pone de manifiesto el escaso valor que se daba a la vida de un recién nacido, así como el empeño de las instituciones de beneficencia para salvar el alma del niño víctima.
Al abordar la creación de las primeras casas de expósitos por las autoridades vizcaínas de finales del siglo 18, a raíz de la toma de conciencia ilustrada sobre la terrible mortalidad de esos niños, el análisis realizado por Sylvie Hanicot-Bourdier sobre las condiciones de acogida y lactancia de los huérfanos vizcaínos desde 1798 hasta 1840 revela que, a pesar de la mejora en términos de asistencia, la permanencia de prejuicios morales prolonga la estigmatización social de unos recién nacidos considerados como frutos del pecado.
Centrándose en el reino de Aragón, el trabajo de Encarna Jarque Martínez y José Antonio Salas Auséns permite seguir la trayectoria vital de los expósitos confiados en la primera mitad del siglo 19 al hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza. Desde el abandono de esos recién nacidos hasta el final de la crianza, el artículo resalta la importantísima labor de la Inclusa, muy meticulosa en el control y cuidado de todo lo relativo a esos niños.
En cuanto al trabajo de María José Pérez Álvarez, estudia la inserción sociolaboral de los niños abandonados en León en el Antiguo Régimen. Aunque la mortalidad de los expósitos continuó siendo elevada en el siglo 18 y en la primera mitad del siglo 19, sí mejoró la formación de los muchachos que sobrevivían, ya que, gracias a la contribución de la corona, el arca de misericordia se hizo cargo de la educación laboral, cultural y religiosa de los acogidos.
Tan fundamental en el pensamiento ilustrado, el poder de la educación para salvar a un niño desarraigado aparece también en ficciones que, al enseñar deleitando, mezclan aventuras y reflexiones de índole intelectual, moral, social, filosófica. Es el caso de Eusebio, obra publicada a finales del siglo 18 por Pedro Montengón. Como indica Sylvie Imparato-Prieur en su análisis, el naufragio, al hacer del niño un huérfano o expósito, le ofrece también nuevas oportunidades: lejos de los mimos excesivos de sus ricos padres biológicos españoles, la educación ilustrada que le darán sus padres adoptivos le permitirá convertirse en «hombre de bien» arraigando en su ser la virtud y la sabiduría.
En la época contemporánea la preocupación por el niño irá creciendo, acarreando cambios progresivos en la manera de considerar al niño desarraigado, lo que se transparenta en los artículos siguientes.
Como muestra Aliénor Asselot en su trabajo, en el siglo 19, con el asentamiento del régimen liberal, los periódicos ilustrados para niños atestiguan el afán educativo burgués de «modelar al futuro adulto», valiéndose de su reflejo invertido, el «niño malo», o «travieso», cuya representación como niño desarraigado refleja las angustias propias de una época y de una determinada clase social.
El intento de contrarrestar el desarraigo se percibe también en el análisis que hace Pilar Calvo Caballero de las estrategias generacionales femeninas contra la ruptura del parentesco en Castilla, entre 1790 y 1836. Muestra en efecto cómo las madres engañadas y sus hijos naturales conocedores de la identidad del padre biológico se aferran al apellido del padre natural para reconstruir su identidad y cierta legitimidad.
En el siglo 19, preocupados por el destino de los niños indefensos, higienistas y reformadores iniciaron un trabajo de protección de la infancia, previo al reconocimiento de los derechos del niño. Como subraya María de la Paz Pando Ballesteros, entre esos pioneros destaca la figura de Manuel Tolosa Latour, director de la revista La Madrey el Niño, que denunció las carencias en la asistencia, y reivindicó una legislación protectora para evitar que los niños abandonados, en situación de marginalidad, sean explotados o abusados.
En las décadas finales del siglo 19, y al principio del siglo 20, la atención a la niñez conoció un fuerte impulso a nivel europeo y se promulgaron diferentes leyes de protección a la infancia que sirvieron de bases para los futuros derechos del niño. En España, como subraya Sofía Rodríguez Serrador, se desarrolló la legislación para la protección infantil y los poderes públicos hicieron esfuerzos en términos de asistencia social, sobre todo durante la Segunda República. Sin embargo, no fue suficiente la intervención estatal (esencialmente centrada en la lucha contra la delincuencia juvenil), carencia compensada por la acción de las asociaciones benéficas, entre las cuales destacan las fundaciones nacidas de nuevas corrientes modernizadoras de la protección a la infancia, en un marco secularizador y caracterizado por el liderazgo femenino.
En la manera de hacerse cargo de los niños marginales, se ha evidenciado la combinación de dos preocupaciones: la idea de «proteger» o «cuidar» y la necesidad de mantener el orden socioeconómico y moral de la época. Algo que se observa también en la medicina social, como indica Celia García-Díaz en su análisis del destino de las niñas y adolescentes en la sala 20 del Manicomio Provincial de Málaga (1909-1950). Explica, en su artículo, el papel del discurso médico psiquiátrico en una biopolítica clasificatoria disfrazada de «ciencia» cuya intencionalidad era segregar del tejido social a niños y niñas que no respondieran a una infancia normativa. Ante la supuesta «locura» de las niñas internadas, la respuesta biopolítica se revela represiva.
Es evidente que el contexto político influye indubitablemente en el destino de los niños desarraigados, tanto en el tipo de desamparo vivido como en las respuestas sociales para solucionarlo. Los tres artículos siguientes del volumen nos invitan a cruzar el Atlántico para abordar la dimensión social y política de la infancia desarraigada en América latina.
En su análisis de la construcción discursiva de la identidad del niño en las pinturas de castas de los virreinatos de Nueva España y del Perú en el siglo 18, Roxanne Mamet describe las diferentes estrategias discursivas, vinculadas al imaginario racial y con una fuerte carga ideológica, que construyen la identidad del niño mezclado, y que proyectan desde su nacimiento las limitaciones de su vida futura.
En un contexto más actual, Nicole Fourtané propone en su artículo una aproximación a las niñas, niños y adolescentes peruanos en situación de calle. Para ciertos niños que viven en la calle, se ha cortado el vínculo con la familia, sea porque no satisface sus necesidades vitales, sea porque la violencia intrafamiliar les incitó a abandonar el domicilio de los padres. Experimentan así la miseria, la violencia, la exclusión social, la marginalidad. Sobreviven trabajando, pero pueden ser explotados, y cuando la pandilla se sustituye a la familia, caen en la droga, la violencia y la delincuencia. Y aunque los educadores de calle intentan luchar por la protección de esos niños, esas iniciativas se revelan muy insuficientes, porque falta una verdadera política social con bastantes fondos y personal para salvar a esos niños en perdición.
En cuanto al artículo siguiente, se centra en el desarraigo de los niños venezolanos, en la tormenta migratoria acarreada por la crisis que padece Venezuela desde 2015. Olivier Folz se enfoca en el estatuto de los niños venezolanos refugiados en Francia, más particularmente los que viven en la región de Lorena. Las entrevistas de estos niños permiten explicar, desde su punto de vista, el procedimiento concreto de solicitud de asilo, la manera en qué ellos organizan su nueva vida y cómo perciben esta situación que implica un desarraigo a la vez territorial y afectivo.
Esa posibilidad de dar la palabra a los niños desarraigados permite pasar a la última parte de este volumen dedicado a las voces y representaciones de los niños desarraigados en la literatura y las artes. Una reflexión sobre la frontera y la migración infantil se desprende de los dos primeros artículos, uno dedicado al teatro y otro al ensayo.
Marie-Élisa Franceschini-Toussaint se centra en la obra de teatro En un lugar de nadie de Diana de Paco Serrano para analizar cómo se expresa en ella el desarraigo del niño migrante ante las diferentes manifestaciones de la frontera, concreta (vallas, murallas y barrotes) y abstracta (falta de empatía, egocentrismo, rechazo del otro), y cómo la propuesta utópica de los niños abre puertas para superar la tragedia de la migración.
En el campo del ensayo, esa vez, Alejandro Adalberto Mejía González estudia el desarraigo de los niños migrantes en Los niños perdidos de Valeria Luiselli, abordando esta obra desde la psicopatología transcultural. Valeria Luiselli, a raíz de su experiencia de intérprete de los niños migrantes latinoamericanos en la frontera entre México y los Estados Unidos, pone en tela de juicio el cuestionario del Tribunal Federal de Inmigración que se utiliza para recoger la palabra de esos niños; un cuestionario poco adaptado a la corta edad de los entrevistados y que tendría que insertarse en un proceso de acompañamiento psicológico, no solo para facilitar el proceso de respuestas sino también para guiarlos en el resto de su trayectoria.
En el recorrido por la literatura y las artes, los tres últimos trabajos investigan la influencia del contexto ideológico y político en el desarraigo del niño y en su construcción identitaria.
En su artículo, Michaëla Grevin et Frédéric Lefrançois investigan el desarraigo de miles de niños cubanos en un contexto de guerra psicológica entre Cuba y los Estados Unidos. Durante la llamada «Operación Pedro Pan», entre 1960 y 1962, más de 14 000 niños cubanos fueron enviados a los Estados Unidos por la voluntad de sus padres (de familias burgueses) –pero sin ellos– para escapar a la supuesta amenaza de un drástico adoctrinamiento comunista. Entre los niños concernidos por el trauma del desarraigo y que hoy son adultos, se encuentran artistas que entablan la reconstrucción memorial de esta migración. El artículo analiza, en las obras de estos artistas, las «huellas» de todo lo perdido y las modalidades de reconexión con la isla de la que fueron expulsados.
Después de las artes plásticas, los dos últimos artículos abordan el desarraigo del niño en el campo de la novela.
A través de dos obras de Horacio Castellanos Moya publicadas con doce años de distancia, Mathilde Niati analiza la evolución del motivo del desarraigo infantil en la producción del escritor. Una genealogía del errar y una poética de la deconstrucción permiten alejar la infancia desarraigada del patetismo, desarrollando más bien una reflexión en torno a cuestiones de memoria y de composición narrativa.
Finalmente, Lou Freda investiga la figura paterna desarraigada en Chacel, Matute y Quiroga, analizando cómo se formaliza la ausencia o carencia paterna, y cuál es la función y el impacto de la idealización del padre en la construcción identitaria de la niña.